jueves, 27 de diciembre de 2012

Asistencia psicológica en Rosario, zona centro. Orientación psicoanalítica.
Gilda Silvestre. Psicóloga. (UNR).
Angustia
Síntoma
Inhibición
Adolescentes- Adultos- Parejas.
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martes, 7 de agosto de 2012

viernes, 6 de julio de 2012

La utopía está en el horizonte. Camino dos pasos, ella se aleja dos pasos y el horizonte se corre diez pasos más allá. ¿Entonces para que sirve la utopía? Para eso, sirve para caminar.

Eduardo Galeano

lunes, 11 de junio de 2012

Escrito sobre salud mental, psiquiatría y psicología. ( Gilda Cristina Silvestre.)

Desde 1830 con Augusto Comte en su “Curso de filosofía positiva”, sirviendo como cimiento y mutuo aval cómplice entre pensamiento filosófico y económico, luego de la primera y segunda revolución industrial (habiendo nacido en Inglaterra las mismas ) , se fueron sentando las bases del nuevo orden mundial sobre la legitimación de qué disciplina podría o no encuadrar dentro del concierto de las ciencias. Quienes se encontrasen dentro, estarían en el encuadre de lo legitimable, a través de la búsqueda de conocimiento mediante lo observable, medible y cuantificable ; paradigma de la regla y la frecuencia, de la clasificación (discurso de la descripción y diferenciación).
Las ciencias médicas y la psiquiatría específicamente no escaparon a dicha búsqueda de reconocimiento otorgado por el régimen del mercado fascinador ( mímesis fascinadora de la perversión).
Freud en sus primeros momentos de construcción teórica, quizás en el siglo XIX pudo haberse visto compelido a la necesidad de un “cientificismo” en su modelo de una “psicología para neurólogos”, tomando modelos biologicistas neuronales para dar cuenta en su búsqueda hacia la comprensión de las patologías de las enfermedades mentales. Ahora bien, dentro de su autobiografía , podemos encontrar todo el recorrido teórico en su sed de conocimiento ( con lo que ello implica en la búsqueda del mismo, el atravesamiento de la misma pulsión de muerte que conceptualizó en 1920 en “Más allá del principio del placer”) , abandonando los mojones de la certeza tranquilizadora que ofrecían los escritos burgueses y “clausurados”1, del paradigma positivista , con una frase célebre que oyó de uno de sus maestros Charcot , luego plasmada en su propia autobiografía: “La teoría será muy buena, pero eso no impide que las cosas sean como son”, cuando éste presentaba a sus pacientes (si bien dentro de un desfile circense naturalizado por las prácticas psiquiátricas de la época). Frase que al propio Freud lo iba a marcar hacia una búsqueda etiológica de los síntomas de los pacientes, pero una etiología que tendría que ver con un recorrido de escucha de los mismos y construcciones teóricas en base a ello, aunque dichos escritos no fueran legitimados por el paradigma imperante de la época, investigando sobre lo residual del mismo y escapando a la regla de la clasificación y la frecuencia.
Ahora bien, se puede alegar a favor de la psiquiatría, que en el trastorno mental, la naturaleza orgánica y biológica es el suelo que lo posibilita, no es su disparador. La lógica que lo construye obedece al orden del discurso, dentro de una lengua viva, dentro de un contexto político, social, económico de cada acaecer histórico.
El pensamiento cientificista positivista del hombre de la modernidad dentro del cual se encuentra la psiquiatría como uno de los gendarmes en el campo de la salud mental, es un pensamiento que tiende a fundar leyes siguiendo los lineamientos de la física y la biología, pero escapando a los tiempos históricos. Por ende, podría pensarse en mi humilde parecer que: con una ahistorización de los conceptos y una naturalización de los mismos, la psiquiatría se desresponsabiliza de su discurso, tomando a las patologías como dadas, preexistentes, y que la misma disciplina, sólo se encarga de descubrirlas y, aunque parezca reiterativo, encuadrándose dentro de un paradigma creyente en la perfectibilidad del hombre – modelo de hombre homologado a una objetalización dentro del mercado, como un hombre máquina. En términos foucaultianos, encuadrado el mismo dentro de la “anátomo política” ( que tiene que ver con el control de los cuerpos desde tiempos de la antigüedad, a través de una postura determinada sirviente de la formación del ejército disciplinado para batallar, cuyo pinet de los mismos se mide en udes.métricas, alcanzando en la actualidad su control biológico orgánico hasta los máximos límites de mediciones neuronales nanométricas) y biopolítica ( control social de la población a través de la epidemiología ).
Foucault en su libro “La vida de los hombres infames” hace una clasificación no desdeñable en absoluto (como dicho autor nos tiene acostumbrados) acerca de la diferenciación conceptual entre psiquiatría , despsiquiatrización y antipsiquiatría. Con respecto al primer concepto, ya habiendo surgido desde la modernidad, luego de afirmarse la biopolítica en los Estados modernos, la psiquiatría formaría parte de una de las tantas instituciones de encierro, guardando puertas adentro a aquellos sujetos que no se encuadrasen dentro de la norma y quienes tampoco podrían ser productivos y útiles a fines del mercado. Al menos ésta psiquiatría, con sus asilos psiquiátricos, se mostraba sin velo alguno. El autor también introduce los otros dos conceptos que al nombrarlos no debe ser pasado por alto la peligrosidad en la que se incurriría de ser tomados como sinónimos y que marcan una tajante diferencia entre los mismos. La despsiquiatrización no es más que una pasteurización del hospital psiquiátrico , que consiste en una manera peculiar de extraer desde lo físico a los enfermos mentales fuera de las instituciones de encierro, pero quedando los mismos , mediante el aval de los grandes grupos empresariales , compuesto por los grandes laboratorios mundiales, atrapados y controlados psíquicamente, mediante un taponamiento químico administrado a los mismos y por ende, quedando la emergencia del sujeto acallada. Las diferentes corrientes psicológicas pueden ser funcionales a ello , y parte del psicoanálisis también, mira para otro lado, asumiendo en forma conformista la utilización y por ende , la legitimación de los manuales psicodiagnósticos clasificatorios de las enfermedades mentales en forma normativa.

… “sólo te pido una cosa, decir realmente todo lo que te pasa por la cabeza”. La regla de la libertad discursiva ( no podrás envanecerte más de engañar a tu médico, ya que no tendrás que responder a preguntas formuladas previamente, dirás lo que quieras, sin que tan siquiera tengas que preguntarme lo que yo pienso de ello, y si quieres engañarme transgrediendo ésta regla yo no seré el engañado, sino que lo serás tú mismo, ya que habrás perturbado la producción de la verdad y habrás acrecentado con algunas sesiones el dinero que me debes”2

Ahora bien, con respecto a la antipsiquiatría, ella se encuentra en las antípododas de los conceptos anteriores, ya que la misma se trata de transferir al sujeto el poder de producir su locura con toda su verdad, también nos remite al concepto de Maud Mannoní de “institución estallada” ( que se encuentra llevado a cabo en su trabajo llevado en Francia en Bonneuil entre 1969 y 1975 , funcionando éste como un hospital de día). Dicho concepto tiene que ver con el lugar donde se produce una fisura, una hiancia, que hace posible la emergencia del sujeto ( acá si tomado el significante sujeto en términos psicoanalíticos y no en su acepción clásica), emergencia y legitimación de subjetividad, dentro de la institución total, donde el sujeto puede apropiarse de su síntoma, dejando un espacio para el propio despliegue del mismo.
Antipsiquiatría y desmedicalización de la locura, al menos problematizar la relación de poder con la participación del enfermo.

“ ¿Es posible que la producción de verdad de la locura pueda tener lugar en situaciones que no sean las de una relación de conocimiento? Se dirá que ésta es una cuestión utópica, pero de hecho se plantea todos los días en relación con el papel del médico- sujeto estatutario de conocimiento- en los proyectos de despsiquiatrización”3

“Cuando se tiene un niño así, hay que vacunarle, dice la gente. Y yo le dije a una mujer: no tema, no es contagioso”.
Maud Mannoni .

No es contagioso , pero la “vacuna” pertinente ayuda a la doble funcionalidad de la misma para con el mercado : a los grandes laboratorios mundiales y a mantener coaccionada a una potencial población que apenas insinúe un juicio crítico respecto al régimen hegemónico dominante mundial. … pronto la rebelión en los adolescentes será legitimada como patología dentro de los “serios” manuales de psicodiagnóstico.
Bueno, ya don Aldo Huxley nos había propuesto una pastillita de soma en su libro de ciencia ficción “En un mundo feliz”….ciencia ficción?...
Al menos estemos “dichosos” que todavía no se haya legitimado lo que acontece en el “diario de la guerra del cerdo”4 en donde se asesinaba a los mayores de sesenta años de edad.

Gilda Cristina Silvestre.
Psicóloga .




Bibliografía consultada

-Galende, Emiliano. “Psicofármacos y salud mental”.
-Foucault, Michel. “La vida de los hombres infames”. Ed Altamira. Bs As, Argentina
-Mannoní, Maud, “Un lugar para vivir” Ed.
-Raquel Capurro. Ensayo. “ Psicopatologizar o psicoanalizar” en “Ñácate”. Revista de Psicoanálisis Nº1. Montevideo -2008-

sábado, 19 de mayo de 2012

Y UNO APRENDE
Después de un tiempo, uno aprende la sutil diferencia
entre sostener una mano y encadenar un alma.
Y uno aprende... que el amor no significa recostarse,
Y una compañía no significa seguridad.
Y uno empieza a aprender...
que los besos nos son contratos,
y los regalos no son promesas.

Y uno empieza a aceptar sus derrotas
con la cabeza alta y los ojos abiertos.
Y uno aprende a construir todos sus caminos en el hoy,
porque el terreno del mañana es demasiado inseguro para planes...
y los futuros tienen una forma de caerse en la mitad.
Y después de un tiempo... uno aprende que si es demasiado
Hasta el calorcito del sol quema.

Así que uno planta su propio jardín y decora su propia alma,
En lugar de esperar a que alguien le traiga flores.
Y uno aprende que realmente puede aguantar,
que uno realmente es fuerte,
que uno realmente vale.
Y uno aprende y aprende...
Y con cada adiós uno aprende

J. L. Borges

domingo, 6 de mayo de 2012

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viernes, 13 de abril de 2012

Escrito sobre salud mental, psiquiatría y psicología. Gilda Cristina Silvestre. ( Psicóloga)

Escrito sobre salud mental, psiquiatría y psicología. ( Gilda Cristina Silvestre.)

D
esde 1830 con Augusto Comte en su “Curso de filosofía positiva”, sirviendo como cimiento y mutuo aval cómplice entre pensamiento filosófico y económico, luego de la primera y segunda revolución industrial (habiendo nacido en Inglaterra las mismas ) , se fueron sentando las bases del nuevo orden mundial sobre la legitimación de qué disciplina podría o no encuadrar dentro del concierto de las ciencias. Quienes se encontrasen dentro, estarían en el encuadre de lo legitimable, a través de la búsqueda de conocimiento mediante lo observable, medible y cuantificable ; paradigma de la regla y la frecuencia, de la clasificación (discurso de la descripción y diferenciación).
Las ciencias médicas y la psiquiatría específicamente no escaparon a dicha búsqueda de reconocimiento otorgado por el régimen del mercado fascinador ( mímesis fascinadora de la perversión).
Freud en sus primeros momentos de construcción teórica, quizás en el siglo XIX pudo haberse visto compelido a la necesidad de un “cientificismo” en su modelo de una “psicología para neurólogos”, tomando modelos biologicistas neuronales para dar cuenta en su búsqueda hacia la comprensión de las patologías de las enfermedades mentales. Ahora bien, dentro de su autobiografía , podemos encontrar todo el recorrido teórico en su sed de conocimiento ( con lo que ello implica en la búsqueda del mismo, el atravesamiento de la misma pulsión de muerte que conceptualizó en 1920 en “Más allá del principio del placer”) , abandonando los mojones de la certeza tranquilizadora que ofrecían los escritos burgueses y “clausurados” , del paradigma positivista , con una frase célebre que oyó de uno de sus maestros Charcot , luego plasmada en su propia autobiografía: “La teoría será muy buena, pero eso no impide que las cosas sean como son”, cuando éste presentaba a sus pacientes (si bien dentro de un desfile circense naturalizado por las prácticas psiquiátricas de la época). Frase que al propio Freud lo iba a marcar hacia una búsqueda etiológica de los síntomas de los pacientes, pero una etiología que tendría que ver con un recorrido de escucha de los mismos y construcciones teóricas en base a ello, aunque dichos escritos no fueran legitimados por el paradigma imperante de la época, investigando sobre lo residual del mismo y escapando a la regla de la clasificación y la frecuencia.
Ahora bien, se puede alegar a favor de la psiquiatría, que en el trastorno mental, la naturaleza orgánica y biológica es el suelo que lo posibilita, no es su disparador. La lógica lo construye obedece al orden del discurso, dentro de una lengua viva, dentro de un contexto político, social, económico de cada acaecer histórico.
El pensamiento cientificista positivista del hombre de la modernidad dentro del cual se encuentra la psiquiatría como uno de los gendarmes en el campo de la salud mental, es un pensamiento que tiende a fundar leyes siguiendo los lineamientos de la física y la biología, pero escapando a los tiempos históricos. Por ende, podría pensarse en mi humilde parecer que: con una ahistorización de los conceptos y una naturalización de los mismos, la psiquiatría se desresponsabiliza de su discurso, tomando a las patologías como dadas, preexistentes, y que la misma disciplina, sólo se encarga de descubrirlas y, aunque parezca reiterativo, encuadrándose dentro de un paradigma creyente en la perfectibilidad del hombre – modelo de hombre homologado a una objetalización dentro del mercado, como un hombre máquina. En términos foucaultianos, encuadrado el mismo dentro de la anátomo política ( que tiene que ver con el control de los cuerpos desde tiempos de la antigüedad, a través de una postura determinada sirviente de la formación del ejército disciplinado para batallar, cuyo pinet de los mismos se mide en udes.métricas, alcanzando en la actualidad su control biológico orgánico hasta los máximos límites de mediciones neuronales nanométricas) y biopolítica ( control social de la población a través de la epidemiología ).
Foucault en su libro “La vida de los hombres infames” hace una clasificación no desdeñable en absoluto (como dicho autor nos tiene acostumbrados) acerca de la diferenciación conceptual entre psiquiatría , despsiquiatrización y antipsiquiatría. Con respecto al primer concepto, ya habiendo surgido desde la modernidad, luego de afirmarse la biopolítica en los Estados modernos, la psiquiatría formaría parte de una de las tantas instituciones de encierro, guardando puertas adentro a aquellos sujetos que no se encuadrasen dentro de la norma y quienes tampoco podrían ser productivos y útiles a fines del mercado. Al menos ésta psiquiatría, con sus asilos psiquiátricos, se mostraba sin velo alguno. El autor también introduce los otros dos conceptos que al nombrarlos no debe ser pasado por alto la peligrosidad en la que se incurriría de ser tomados como sinónimos y que marcan una tajante diferencia entre los mismos. La despsiquiatrización no es más que una pasteurización del hospital psiquiátrico , que consiste en una manera peculiar de extraer desde lo físico a los enfermos mentales fuera de las instituciones de encierro, pero quedando los mismos , mediante el aval de los grandes grupos empresariales , compuesto por los grandes laboratorios mundiales, atrapados y controlados psíquicamente, mediante un taponamiento químico administrado a los mismos y por ende, quedando la emergencia del sujeto acallada. Las diferentes corrientes psicológicas pueden ser funcionales a ello , y parte del psicoanálisis también, mira para otro lado, con cierto acriticismo en algunos casos, asumiendo en forma conformista la utilización y por ende , la legitimación de los manuales psicodiagnósticos clasificatorios de las enfermedades mentales en forma normativa.

… “sólo te pido una cosa, decir realmente todo lo que te pasa por la cabeza”. La regla de la libertad discursiva ( no podrás envanecerte más de engañar a tu médico, ya que no tendrás que responder a preguntas formuladas previamente, dirás lo que quieras, sin que tan siquiera tengas que preguntarme lo que yo pienso de ello, y si quieres engañarme transgrediendo ésta regla yo no seré el engañado, sino que lo serás tú mismo, ya que habrás perturbado la producción de la verdad y habrás acrecentado con algunas sesiones el dinero que me debes”. (Foucault. M.)

Ahora bien, con respecto a la antipsiquiatría, ella se encuentra en las antípododas de los conceptos anteriores, ya que la misma se trata de transferir al sujeto el poder de producir su locura con toda su verdad, también nos remite al concepto de Maud Mannoní de “institución estallada” ( que se encuentra llevado a cabo en su trabajo llevado en Francia en Bonneuil entre 1969 y 1975 , funcionando éste como un hospital de día). Dicho concepto tiene que ver con el lugar donde se produce una fisura, una hiancia, que hace posible la emergencia del sujeto ( acá si tomado el significante sujeto en términos psicoanalíticos y no en su acepción clásica), emergencia y legitimación de subjetividad, dentro de la institución total, donde el sujeto puede apropiarse de su síntoma, dejando un espacio para el propio despliegue del mismo.
Antipsiquiatría y desmedicalización de la locura, al menos problematizar la relación de poder con la participación del enfermo.

“ ¿Es posible que la producción de verdad de la locura pueda tener lugar en situaciones que no sean las de una relación de conocimiento? Se dirá que ésta es una cuestión utópica, pero de hecho se plantea todos los días en relación con el papel del médico- sujeto estatutario de conocimiento- en los proyectos de despsiquiatrización”

“Cuando se tiene un niño así, hay que vacunarle, dice la gente. Y yo le dije a una mujer: no tema, no es contagioso”.
Maud Mannoni .

No es contagioso , pero la “vacuna” pertinente ayuda a la doble funcionalidad de la misma para con el mercado : a los grandes laboratorios mundiales y a mantener coaccionada a una potencial población que apenas insinúe un juicio crítico respecto al régimen hegemónico dominante mundial. … pronto la rebelión en los adolescentes será legitimada como patología dentro de los “serios” manuales de psicodiagnóstico.
Bueno, ya don Aldo Huxley nos había propuesto una pastillita de soma en su libro de ciencia ficción “En un mundo feliz”….ciencia ficción?...
Al menos estemos “dichosos” que todavía no se haya legitimado lo que acontece en el “diario de la guerra del cerdo” en donde se asesinaba a los mayores de sesenta años de edad.

Gilda Cristina Silvestre.
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Bibliografía consultada

Galende, Emiliano. “Psicofármacos y salud mental”.
Foucault, Michel. “La vida de los hombres infames”. Ed Altamira. Bs As, Argentina
Mannoní, Maud, “Un lugar para vivir” Ed.
Raquel Capurro. Ensayo. “ Psicoanalizar o psicopatologizar”.

lunes, 9 de abril de 2012

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domingo, 25 de marzo de 2012

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domingo, 18 de marzo de 2012


PSICOSIS:
LA CUESTIÓN PRELIMINAR... Y OTRAS CUESTIONES
Ricardo E. Rodríguez Ponte
Clase Nro 1. - Sábado 23 de Mayo de 1998

PRESENTACION
Comienzo agradeciendo vuestra presencia, tan numerosa, en un día tan gris, aparentemente tan poco propicio, y en este horario y día que no es el favorito de todo el mundo —sábado a las 10 de la mañana—, aunque, y recién se lo comentaba a Carlos Bembibre, un compañero de la Escuela que me dió mucho gusto encontrar aquí, que, en verdad, el primer seminario que dicté en esta Escuela, hace un poco más de catorce años, tenía lugar justamente los sábados a las diez de la mañana, en la antigua sede de la calle Laprida. Es así que, de alguna manera, hoy me reconecto con cierto origen...
También me reconecto con cierto origen en la medida en que mis primeros pacientes fueron pacientes psicóticos, y las necesidades de la subsistencia, por decir de algún modo que en ese entonces no estaba en las condiciones más propicias para elegir, me llevaron a que la mayoría de mis primeros pacientes hayan sido pacientes psicóticos. Eso me llevó a interesarme en la cuestión de la psicosis, me llevó a interesarme en ciertas modalidades terapéuticas, como las que llevé adelante durante un tiempo en el hospital de día del Hospital Italiano, luego de la residencia en Psicopatología en el Hospital Ramos Mejía —lugares donde aprendí muchas cosas de las que se pueden hacer con estos pacientes, así como muchas cosas que conviene no hacer con ellos—, y también me llevó a hartarme de los psicóticos, cuyas curas implican un compromiso y una dedicación que a veces exceden la medida humana a partir de cierto número.
Concuerdo plenamente con un psicoanalista norteamericano, Harold Searles, que no es de la parroquia, pero que demuestra en sus textos una considerable experiencia de la psicosis, en cuanto a que la práctica con psicóticos es una práctica bastante insalubre, porque uno suele llevarse al paciente a su casa, sobre todo cuando uno es novicio y todavía no inclinado a protegerse mediante la rutina — y entonces no es casual que los éxitos, los relativos, siempre cuestionables éxitos de las curas de psicóticos, suelan tener esa proveniencia. En alguno de sus artículos, que recuerdo pese a haberlos leído hace más de veinte años, creo que Searles contaba que a veces se encontraba en medio de una discusión con su mujer, y al poco tiempo se percataba de que, en verdad, estaba trasladando a la escena conyugal algo que provenía de la escena de la transferencia-contratransferencia, puesto que ése era su esquema referencial, con algún paciente esquizofrénico crónico. Por eso, creo que recomendaba también, no tener demasiados psicóticos en análisis.
De todas maneras, pese a que el título de este espacio —que no sabía cómo denominarlo, si "seminario" o "seminario-taller" o qué diablos—, pese a que este titulo alude explícitamente a la cuestión de la psicosis, me quedaría muy conforme si hoy simplemente les pudiera transmitir esta idea: que no estamos abordando un capítulo especial del psicoanálisis, que abordar la psicosis es abordar la teoría psicoanalítica y la práctica del psicoanálisis... salvo que... salvo que creamos, de hecho o de derecho —quiero decir: aun sin saber que es eso lo que creemos, pues una creencia no necesita estar en la conciencia para ser una creencia de pleno derecho—, salvo que creamos que el psicoanálisis es exclusivamente una teoría de las neurosis.
Quiero decir, que lo que podamos abordar en relación a la psicosis compromete a toda la práctica del psicoanálisis, y no sólamente a la práctica con el paciente psicótico.
Pero les decía que no sabía cómo denominar a este espacio, pese a que finalmente me incliné por el término "seminario", que al fin y al cabo es de uso corriente y no compromete demasiado... En verdad, me gustaría que éste fuera un espacio donde nos dejáramos interrogar por la psicosis. Y en ese sentido, la idea no es desarrollar acá una doctrina, sino abordar, como digo, sí, en el subtítulo que le puse a este espacio, algunas cuestiones preliminares, y trabajar sobre lo que la clínica, y la experiencia de cada uno, nos vayan proponiendo como pregunta. En ese sentido, si bien tengo una especie de esquema general de un posible desarrollo —algo así como una rueda de auxilio, por si se pincha alguna en el camino—, de todas maneras el desarrollo futuro de este espacio va a depender fundamentalmente —ése es, por lo menos, mi anhelo— de lo que vaya surgiendo del diálogo que podamos entablar entre nosotros. Es decir, tengo en mi bolsillo una especie de "programa", pero sería muy feliz si pudiera dejar este programa de lado, si pudiera ir inventando en cada ocasión un programa a partir de lo que pueda surgir entre nosotros como diálogo. No solamente porque eso me llevaría a abordar cuestiones que a lo mejor no se me han ocurrido todavía, sino por una cuestión de principio, me parece, y es que la cuestión de la psicosis...
Recuerdo algo que decía Piera Aulagnier, en un prólogo, y creo que fue lo único que me gustó de ese libro —también lo leí hace muchos años y no he vuelto a releerlo, por lo que la cita no será exacta, es lo que he retenido de ese libro—, decía que la psicosis es como una interpretación salvaje al saber del analista, en la medida en que, más que nunca, y en ningún lugar mejor que en ése, se ve que saber, en psicoanálisis, no es necesariamente poder. Las doctrinas que se han ido elaborando en la historia del psicoanálisis, a propósito de la psicosis, no necesariamente han aumentado el poder del analista en el tratamiento de la psicosis.
Por supuesto, esta frase que les cito, porque me impactó en su momento con la fuerza de la verdad, no es que la comparta hoy en todos sus términos, porque creo que el obstáculo, que hoy conviene revisar, es precisamente el obstáculo que plantea la cuestión del poder. El poder... Me parece que es por esta vía que cierto lacanismo se ha desviado en el sentido en que, por prejuicios, o, si quieren, por cuestiones preliminares que mi deseo sería revisar, de hecho o de derecho se termina sosteniendo que no hay lugar para el analista en la psicosis, y que en todo caso, la decisión del analista —lo decía Jacques-Alain Miller en un seminario publicado no hace mucho— estará en ver si decide "terapizar" o no a su paciente psicótico.(1).(2).
La cita que pongo como exergo de mi invitación a este espacio, del texto de Lacan Variantes de la cura-tipo, apunta justamente a esta cuestión, a que es exigible, desde el psicoanálisis:
...un rigor en cierto modo ético, fuera del cual toda cura, incluso atiborrada de conocimientos psicoanalíticos, no sería sino psicoterapia.
Este es un poco el planteo, entonces: revisar todo lo que se ha dicho y se dice en el discurso corriente a propósito de la psicosis, para ver si podemos fundar de derecho una posición del analista que no sea terapéutica — salvo en todo caso en el sentido que Freud decía, y Lacan subrayaba, de que en el psicoanálisis la terapéutica se da por añadidura.




¿LACANOAMERICANOS?

Agradezco entonces, nuevamente, la presencia de todos ustedes, y tengo algunos agradecimientos en particular, quiero decir: en particular a los miembros de la Escuela que hoy deciden acompañarme — puesto que todo mi trabajo en los últimos once, doce años, diría, ha estado dirigido y orientado a partir de lo que encuentro como un problema que es primero —primero en términos de cercanía, no en términos de importancia— un problema de Escuela. Y en ese sentido, Lacan decía, al final del Seminario sobre El sínthoma, cuando justificaba un término de su invención, el término appensamiento: "uno se apoya contra un significante para pensar". Bueno, yo constantemente me apoyo contra los significantes que circulan en la Escuela y, más allá de la Escuela, en otros ámbitos donde me muevo, que es la comunidad psicoanalítica de Buenos Aires, para ir elaborando mis pensamientos. En ese sentido podría anotar, como un tiempo importante para mí — esto, por ahí a ustedes no les interesa, al menos en principio, quiero decir, por qué llego yo a este lugar, pero a lo mejor si yo les cuento un poquito cómo he llegado a proponer este espacio, puedan entender más el sesgo que le pienso dar a este espacio — ya les dije un sesgo que no le pienso dar: no voy a hacer doctrina de la psicosis, sino que me propongo, y les propongo, que nos dejemos interrogar por la cuestión de la psicosis.
Les digo con esto que un punto importante, aparte de este origen que les comentaba antes, de mi primera experiencia con pacientes psicóticos, fué cuando la Escuela se hizo cargo de un significante, o de una palabra... Habría que ver si es un significante, propiamente hablando, porque en ese caso habría que ver cuál es el otro significante, ¿no es cierto? Hay una palabra, entonces, que Lacan dijo al pasar, pero que de alguna manera la Escuela tomó como una especie de consigna, que incluso propuso a otras instituciones, que es la palabra lacanoamericanos. Desde ese entonces, mi sospecha fue que, con la palabra lacanoamericanos, podría estar ocurriendo lo mismo que señalaba Lacan en el Seminario 5, sobre Las formaciones del inconsciente, cuando hacía notar que en la palabra "aterrado" perdemos de vista, justamente por lo que hay ahí de sugestión, de un efecto de sentido que apunta al "terror" por la metáfora, ya no percibida como tal, que hay en la palabra "aterrado", perdemos de vista lo que puede haber ahí de relación a la "tierra", al "poner en tierra", en la palabra "aterrado". Y mi sospecha era la de que precipitarse demasiado rápidamente en esta palabra, lacanoamericanos, podía llevarnos a desconocer o a reprimir lo que había allí, embutido en esa palabra, pero tal vez desapercibido por el efecto de sentido producido por esa palabra —como el "ter" de "tierra" en "aterrado", como "familia" en "famillonario"—, quiero decir: Lacan.(3) Entonces, la apuesta: antes de ver qué quiere decir lacanoamericanos, si es que en verdad eso quiso decir alguna vez algo, en el discurso de Lacan, y no meramente una gentileza anticipada hacia sus futuros anfitriones, me parece conveniente despejar qué quiere decir lacanianos, en la frase que Lacan pronunció pocos días después, en Caracas, cuando hace su intervención, y dice: "yo soy freudiano, sean ustedes lacanianos, si quieren". Ese "si quieren", me parece, estaría indicando que ser lacaniano no es algo que se dé de suyo, que hace falta un "querer" al respecto, y que hace falta también un posicionamiento en relación al tiempo, en el sentido de que no vamos a ser lacanianos, ni mucho menos post-lacanianos, por el mero hecho de que hoy estemos en l998 y Lacan ya murió. La posición de lacanianos, o eventualmente de post-lacanianos, será, al contrario, una posición a construir, puesto que no está dada de antemano, y a partir de un "querer", y a partir de una palabra que debemos dar o no dar...
Lo que fuí pensando a partir de entonces, trabajando la relación Freud-Lacan, es que esta palabra que nos era requerida, nos era requerida por el movimiento mismo de lo que fué la consigna de Lacan, que era la del retorno a Freud, que esta palabra debía apuntar a confirmar, o no, y en caso de confirmar debía decir por qué, de qué manera, el retorno a Freud de Lacan lo dejaba a Lacan como freudiano, y qué efectos sobre el texto de Freud, el texto de Freud leído por Lacan en ese movimiento de retorno, cómo quedaba el texto de Freud por obra misma, como resultado de esa lectura comportada por el retorno.(4) Quiero decir, que el retorno a Freud de Lacan no es una especie de revival, no es un resurgimiento de los textos freudianos, eso hubiera tenido un valor cultural importante, pero intrascendente en definitiva para el psicoanálisis mismo. El retorno a Freud de Lacan implica que el texto de Freud queda tocado, afectado, ya no el mismo que antes, como consecuencia de ese retorno: hay sectores enteros de la obra de Freud que en ese retorno quedan descartados, y al mismo tiempo hay términos, conceptos, o nociones, como ustedes quieran, que son introducidos en el texto de Freud por obra misma de ese retorno, que en el texto de Freud no estaban. Pero también que ese retorno, se lo quiera o no, ha ocurrido, lo que implica que el post-freudismo de los que nos situamos en el hilo de ese retorno ya no podrá ser el post-freudismo de los post-freudianos anteriores a Lacan... e incluso que el post-freudismo de los que rechazaron el retorno a Freud de Lacan tampoco podrá ser ya el mismo post-freudismo de aquellos post-freudianos.(5) Véase, por ejemplo, el post-freudismo de Laplanche...
Bueno, esto, para decirlo rápido, y a modo de conclusión, porque lo he desarrollado en otros momentos,(6) implica ver si estamos en condiciones de sostener, en su tensión —porque es tensionante, la fórmula que les voy a decir— el hecho de que Lacan es freudiano, pero Freud no es lacaniano. Sostener en su tensión estas dos fórmulas me llevó a revisar, y algo más que revisar, a traducir —lo que fue para mí una intervención en la Escuela, es decir, promover la lectura de— los últimos o casi últimos Seminarios de Lacan, los Seminarios nodales. Así traduje el Seminario R.S.I., el Seminario El sínthoma,(7) y el Seminario L’insu...



EL SÍNTHOMA Y LA PSICOSIS

Trabajando luego el Seminario 23, El sínthoma —algunos de ustedes han estado en ese seminario que yo dicté hace tres años, en l995—,(8) había en ese abordaje una tesis explícita, que más o menos se puede formular así: contra lo que se suele proponer en cierto discurso corriente en el lacanismo, el Seminario El sínthoma no proporciona el "tratamiento posible de la psicosis", que tampoco proporcionaba, pero que de alguna manera podía parecer que prometía, el texto de Lacan, de l958, «De una cuestión preliminar a todo tratamiento posible de la psicosis». Es decir... —no voy a resumir ahora todo ese seminario, en todo caso, si se sienten convocados a ello, pueden solicitarlo en la Biblioteca de la Escuela—, es decir, hay una serie de tesis, circulantes a propósito del Seminario El sínthoma, que en ese seminario mío me he ocupado de discutir; particularmente, cierta manera de entender ese Seminario, en el sentido de que el mismo estaría en continuidad directa con un Seminario veinte años anterior, el Seminario sobre Las psicosis, como si veinte años no fueran nada, en particular también la idea de que Lacan habría diagnosticado a Joyce como psicótico,(9) y en particular también lo que se deduce de esa, a mi modo de ver, errónea lectura del Seminario, que es que, a partir de ese diagnóstico, se podría establecer, pensar, o plantear un tra-tamiento posible para la psicosis.(10)
Eso ha llevado a que en el discurso corriente, vuelvo a decir, se confundan por ejemplo la noción de estabilización y la noción de suplencia.(11) Buena parte de los textos de Eric Laurent, por ejemplo, que no es santo de mi devoción, pero que de todas maneras hay que reconocer que es un autor muy leído, que es una especie de best-seller en nuestro medio, buena parte de sus textos se basan en esta confusión: de la estabilización, que es un término que Lacan introduce alrededor del ’58, para hablar justamente de la estabilización posible, pero a partir de la metáfora delirante, y que comporta, justamente, un uso metafórico, muy cercano al sentido en que lo usan los psiquiatras cuando dicen: "el paciente está estable", "más estable", "menos estable", "se desestabilizó", "vamos a ver si lo estabilizamos"... con un término que es rigurosamente nodal y topológico, que no es metafórico, que es el de suplencia.



CUESTIONES PRELIMINARES...

Bien, hasta ahí había llegado, más o menos, y los años siguientes fuí sacando algunas consecuencias de eso. Pero avanzando en lo que les decía que es mi modo de proce-der, un poco fastidioso para alguna gente, que es el de apoyarme en los significantes de otros para pensar, voy dándome cuenta de que mi diagnóstico primero era parcial, que verdadero en general, tenía cierto punto erróneo. Creo que el problema no esta-ba, como lo planteaba yo hace tres años, sólamente en que se ponía en continuidad el Seminario El sínthoma con el Seminario sobre Las psicosis, y que entonces se pensa-ba que el Seminario El sínthoma era como el capítulo final del Seminario sobre Las psicosis, y que proporcionaría el "tratamiento posible", etc..., sino que me he ido dando cuenta, leyendo, tal vez con un poco menos de prejuicio favorable, de cariño por los autores, de que en verdad gran parte del problema estaba en que tampoco se había leído bien el texto del ’58 sobre la «Cuestión preliminar...», el que suele estar reducido a la cuestión de la forclusión.
¿Por qué digo esto? Digo esto porque... ¿Qué es lo que nos queda de ese tex-to, o de ese texto y del Seminario sobre Las psicosis? Lo que nos queda de ese texto, como discurso corriente —porque creo que no es eso lo que el texto de Lacan trans-porta—, lo que nos queda de ese texto es una serie de proposiciones que promueven una manera de definir negativamente, privativamente, a la psicosis. Así, según esta manera de leer esos textos, en la psicosis no habría inconsciente, no habría Otro, no habría fantasma, no habría deseo, no habría sujeto, no habría, obviamente, transferen-cia — bueno, si no hay transferencia, no sé por qué hablamos de psicosis; si no hay transferencia, y dado que la clínica psicoanalítica es una clínica transferencial, no ten-dríamos que hablar de psicosis, como no hablamos del cáncer, en todo caso hablare-mos de los efectos subjetivos, deprimentes, angustiantes del cáncer, pero no hacemos una teoría del cáncer.
Recientemente, bueno, hace cuatro días, cuando evocaba algo de esto en otro seminario que estoy dictando en la Escuela,(12) alguien, que no sé si está hoy acá entre nosotros, me decía: "¿pero hay todo eso? ¿acaso en la psicosis hay todo eso?". Yo le respondí: "bueno, mirá, te invito a mi seminario del sábado que viene, y vamos a ver".
De todas maneras esta manera de definir a la psicosis, privativamente, lo que quiero subrayar es que no es la que han sostenido, ni Freud, ni Lacan. Entender la psicosis en términos de déficit va acompañado, inevitablemente, de hecho y de derecho, aún cuando los autores no se animen a decirlo así, ni se les ocurra que podría ser eso —pero ésta es mi tesis de lectura—, definir la psicosis en términos de déficit, implica, de hecho y de derecho, sostener que la estructura es la estructura de la neurosis, y que la psicosis es un déficit en relación a la estructura de la neurosis.
El problema es que esta manera de concebir las cosas, de rebote afecta la conducción de la cura en la neurosis. ¿Por qué? Porque sitúa al analista —tendría que ponérselos de manifiesto considerando algunos textos, relatos de la clínica, incluso relatos de la clínica con pacientes neuróticos, pero es difícil que pueda hacerlo ahora, en este momento inicial de nuestro planteo, nos desviaría demasiado en un momento poco propicio para ello; en todo caso los invito a que aborden ustedes mismos esos textos, teniendo en cuenta esta perspectiva— sitúa al analista en el lugar del padre real, ejerciendo funciones que se pretenden castratorias... o que consumarían una castración, digamos, parcialmente no consumada en la historia... y no en el lugar del objeto que divide al sujeto, o que fuerza a hacer entrar, en la división del sujeto por el significante, la división que introduce en él, también, ese núcleo elaborable del goce. Y entonces es así que tenemos esa fórmula del discurso corriente, que todos ustedes conocerán, seguramente, que se dice sobre todo para la psicosis, pero también para la neurosis, en el sentido de que función del analista sería la de acotar el goce, y entonces los analistas se la pasan acotando el goce: "¡hay que acotar el goce!"... ¿Qué te-nemos los analistas contra el goce? No tengo la menor idea.
Es cierto que las palabras siempre transportan cierto valor, connotaciones a veces misteriosas, incluso mágicas. Uno dice, por ejemplo, la palabra "real", y como por definición jamás sabemos qué es lo real, el que escucha está tentado a decirse a sí mismo: "Bueno, debe ser una cosa seria". Uno pronuncia la palabra "padre", y todos nos morimos de risa, porque el padre, hoy, está bastante desprestigiado, pero si les dicen "padre real"... ¡a la pucha! ¿Y la palabra "goce"? El goce también, no hablemos del goce, está el goce fálico que es "el goce del idiota", y que entonces se dice con la connotación de que es como si fuera un goce para los idiotas, y en cuanto al "plus de goce", más o menos, porque la gente joven, ahora — en mi época por ejemplo, leíamos a Marx, pero el Proceso barrió con todo eso, ¿no?, ahora la gente joven ya no lee a Marx, y además el Muro de Berlín se cayó, y... realmente, la plusvalía, ¿quién sabe hoy lo que es la plusvalía? — por lo tanto "plus de goce", en la medida misma de esa ignorancia, suena como un poco más respetable que el goce fálico. Pero donde parece que es como para que nos pongamos de rodillas es con el goce del Otro... el goce del Otro... ¡ah! ¡hay que acotarlo! ¡hay que acotarlo! ¡No importa que el Otro no exista! ¡por las dudas acotemos ese goce!...
Pero resulta que cuando vemos los ejemplos que se proporcionan de lo que sería acotar el goce, resulta que son ejemplos del tipo... decirle a un adicto que no siga con la droga, o a un fóbico que supere su agorafobia y venga al consultorio del analista, o, bueno, distintos ejemplos que no vale la pena mencionar. Pero el problema es que eso no es acotar el goce, ni, menos que menos, eso no podría considerarse como el ejercicio de una función castratoria. Si no, en cada semáforo tendríamos un padre real, cada vez que nos prohiben algo tendríamos un padre real... ¡Pero eso no es la castración! Bueno, en la Argentina, los semáforos pueden funcionar, tal vez, como padre real, porque uno sabe que, aunque el semáforo esté en verde, más le vale mirar a los costados. Entonces, como el padre real es un punto de sinsentido, digamos, donde ya no sabemos más nada del padre simbólico ni del padre imaginario, podría ser que los semáforos en la Argentina tengan una función de padre real... pero no porque nos prohiban el goce de pasar a toda velocidad en las esquinas. Esas prohibiciones no son castratorias ni nada por el estilo, y, en términos generales, digamos, no debería confundirse la castración con la abstinencia.
Entonces, ésta sería mi propuesta: reflotar algunas cuestiones preliminares, poder... poder identificarnos un poquito a los psicóticos, ¿por qué no decirlo así? Y esto, ¿en qué sentido? Bueno, ¿cuál es el problema principal del psicótico?, dicho esto en el sentido de lo que al psicótico le hace problema, pero también en el sentido de lo que nos hace problema en el psicótico. El problema principal del psicótico, para decirlo de una manera masiva, en este momento de planteo en que no estamos todavía para un abordaje más fino de la cuestión, es que el psicótico no participa de la locura común. Cuando digo "la locura común", no estoy diciendo nada nuevo, porque Lacan mismo lo ha dicho en múltiples oportunidades. Lo ha dicho, por ejemplo, en su escrito «Acerca de la causalidad psíquica», de 1946, y lo vuelve a decir en el Post-scriptum de su escrito «De una cuestión preliminar a todo tratamiento posible de la psicosis». La locura, además de ser una virtualidad propia de la esencia misma del hombre, como dice en el primero de esos textos, está más repartida de lo que creemos, o de lo que queremos creer, como dice en el segundo: está la locura propia del hombre neurótico, está la locura propia de la subjetividad científica. Pero, evidentemente, el psicótico no comparte la locura común, dada por ese horizonte de significación que es la significación fálica. Entonces, cuando les digo que nos identifiquemos un poquito a los psicóticos, digo: tratemos de instaurar alguna distancia con la significación compartida que transportan las fórmulas lacanianas, no de Lacan, de los lacanianos, acerca de las psicosis, y así, poniendo un poquito de distancia, interroguémoslas. ¿Por qué no habría transferencia en las psicosis? ¿Qué definición de la transferencia ponemos en juego cuando decimos que no hay transferencia en la psicosis? ¿Por qué no habría sujeto en las psicosis? ¿Qué noción de sujeto estamos po-niendo en juego cuando decimos que no hay sujeto en la psicosis? ¿Por qué no habría deseo en la psicosis? ¿Qué es el deseo para nosotros? ¿Por qué hablamos de "estruc-turas clínicas"? ¿Hay más de una estructura? ¿No convendría hablar más bien de "posiciones subjetivas"... de diferentes "posiciones subjetivas" ante un problema radical, una falla radical que afecta a la estructura? ¿Por qué son más fuertes nuestros prejuicios...? — nuestro prejuicio... que tiene un buen antecedente, nuestro prejuicio freudiano, si queremos, porque Freud decía: nuestra teoría la construimos desde la neurosis, y a veces podemos mirar por arriba del muro que nos separa de la psicosis. El problema es que para mirar por arriba del muro que nos separa de la psicosis tenemos que hacer pie en la neurosis... Y en este sentido, es otro punto importante que pude poner de relieve en esta interrogación de la relación Freud-Lacan, el punto de partida de Lacan no fué la neurosis. Lacan no entró al psicoanálisis de la mano de la histeria, como Freud. Lacan entró al psicoanálisis de la mano de la paranoia, y eso le da una posición otra, muy distinta... Un ejemplo rápido: la noción de autoerotismo, que va a tener que ver en la noción de transferencia por parte de Freud. Para Freud, el sujeto está primero encerrado en sí mismo, y manda los pseudopodios de libido para el exterior, es una célula primero cerrada que luego se abre. El estadio del espejo tiene otro punto de partida. El estadio del espejo es que el sujeto está primero en el exterior, y es desde el exterior que se constituye...
Bien, he perdido un poco el hilo, con esta disgresión, y no sé de qué estaba hablando... Pero no importa, tenemos tiempo... Entonces, éste es un poco nuestro objetivo: reflotar, para cuestionar...

PARTICIPANTE: Estabas hablando del autoerotismo en Freud. ¿Qué pasa con Lacan con respecto a eso, y además con respecto a su entrada en el psicoanálisis por el lado de la paranoia?

Esto implica que, al entrar por el lado de la paranoia, el punto de partida es completamente otro. Y el estadio del espejo, en ese sentido, no es para nada freudiano. Es decir, cuando Lacan propiciaba, en la comunidad analítica que lo acompañaba, cierto efecto como de repulsión, o de cierta sospecha —cierta sospecha respetuosa, porque parecía un tipo inteligente, con quien por ahí no era muy fácil meterse—, pero de todas maneras de cierta sospecha de ¿en qué anda, este señor?, estas personas, los post-freudianos, que le dirigían estos sentimientos de sospecha, no estaban completamente equivocados, porque, efectivamnente, el punto de partida de Lacan, con su estadio del espejo del ’36, no es freudiano, en la medida en que plantea el origen del sujeto, no a partir de un interior que se abre, sino en el exterior. Hay como una especie de tesis de paranoia original, en Lacan, que va a tener un desarrollo luego, por ejemplo cuando hable del inconsciente como discurso del Otro, y una serie de otras fórmulas que ya veremos, que no son para nada estrictamente freudianas, y que a veces debemos forzarlas —creo que aquí fué donde perdí el hilo de lo que venía diciendo—, a veces, porque hacemos pie en la neurosis, nos vemos obligados a forzar la interpretación de algunas fórmulas de Lacan, para volverlas compatibles con nuestros prejuicios.
Por ejemplo... Les voy a dar un ejemplo. Ustedes, no sé si recordarán, que en la «Apertura de la Sección Clínica», que es una intervención de Lacan, en l976, Miller le pregunta: "sus matemas, el ¨ , el © , el $ , el a minúscula, ¿valen para la psicosis?", y Lacan responde: "Sí" — "Bueno", le replica Miller, "eso habría que demostrarlo", a lo que Lacan reconoce que es cierto, pero que no lo iba a hacer en ese momento.
Bueno, los prodigios, retóricos y dialécticos, que he visto en ejercicio para interpretar esta afirmación de Lacan, de que sus cuatro matemas valen para la psicosis, los prodigios para interpretarla, para hacerle decir exactamente lo contrario de lo que dice, son a veces impresionantes. Por ejemplo: "en la psicosis, el ¨ de la alucinación representa al sujeto para un Otro forcluído" — lo que es una manera de aceptar la fórmula de Lacan, porque..., bueno, porque no es sencillo decirse lacaniano y rechazar una fórmula de Lacan tan poco ambigua, y decir con ella exactamente lo contrario de lo que la fórmula dice, por el procedimiento de definir los términos de la fórmula de tal modo que la fórmula se vuelve inane, es radicalmente no aceptar la afirmación de que hay ¨ , © , sujeto barrado $ como corte entre ¨ y © , y a minúscula como producción de goce a partir de ese corte. Por otra parte, digámoslo desde ahora, el Otro no está forcluido en la psicosis. Lo que sostiene el escrito «De una cuestión preliminar...» es que hay una forclusión en el lugar del Otro, que es algo muy distinto. Esto conviene precisarlo, porque en el Seminario sobre Las psicosis, o al menos en la versión que tenemos de ese Seminario, que es una versión mutilada, puntuada y establecida por Miller, es cierto que hay un momento donde aparece una frase de Lacan donde parece dar a entender como que no habría gran Otro en la psicosis. Pero en «De una cuestión preliminar...», donde las palabras son responsabilidad del puño y letra de Lacan, y que es una retoma posterior, más medida, más calculada, de lo dicho en la improvisación del Seminario, está muy claro que no es que no hay Otro, no es que el Otro está forcluído, es que hay una forclusión en el lugar del Otro.
Bueno, éste es otro tema que tal vez abordaremos en algún momento, que es la cuestión de la forclusión, su relación con la Verwerfung, y una novedad que ha surgido en el millerismo, particularmente, pero que ha tenido seguidores —he visto por ejemplo que Harari se ha plegado a ello—, que es la teoría de la forclusión generalizada, y que consiste definitivamente en esto: cualquier "no hay" que ustedes pesquen es una forclusión. "No hay significante del Nombre-del-Padre", es una forclusión —bueno, ésta es la definición que da Lacan de la forclusión propia de la psicosis, al menos en el texto de 1958—, pero ¿"no hay significante de La mujer" es una forclusión? ¡Ah! No estoy tan seguro de que sea lo mismo, vamos a ver. Me gustaría, si tienen interés en acompañarme en esta interrogación, que revisemos el concepto de forclusión, para ver si este concepto es valedero cuando se trata del significante de La mujer, que es un significante que no se espera que esté, del cual no se espera que ejerza ningún efecto de capitonado, como sí se espera del significante del Nombre-del-Padre. Pero la cosa prolifera: "no hay significante del sujeto", entonces forclusión, "no hay relación sexual", entonces forclusión, "no hay Otro del Otro", ¡más for-clusiones todavía! ¡estamos llenos de forclusiones!
Convendría re-interrogar entonces qué entendemos por forclusión, para ver qué cabida se le puede dar a esta novedad post-lacaniana de una forclusión generalizada.
Bien, antes de que se me vaya el tiempo, les quiero decir que — ya se los dije, pero se los vuelvo a decir — al fin y al cabo, bueno, yo no me creo Lacan, pero algo de lo que ocurre cuando uno habla en público, le ocurre a todo el mundo — Lacan decía: "nunca se entiende lo que yo digo", lo dice varias veces, casi cada vez que habla dice "nunca se entiende nada de lo que yo digo, entonces por eso yo lo repito muchas veces, porque aunque no se entienda, si lo machaco, lo machaco y lo machaco, eso termina por circular" — entonces, yo digo ahora que voy a repetir ¿qué? — que espero vuestra palabra, vuestra interlocución, que me interrumpan todo lo que quieran , somos muchos para hacer un diálogo tipo taller, pero veremos cómo podemos arrimar lo más posible a una interrogación, a un diálogo entre nosotros.
Antes de que se me acabe el tiempo, entonces, quería decirles que, tanto como para... — algunas personas cercanas a mí me han hecho saber que mi texto de invitación a este espacio, mi propuesta, publicada en el Correo de la Escuela, era muy difícil de seguir. Tal vez se deba, al menos en parte, a que es un texto que escribí, no lo hablé, y cuando yo escribo espero que el lector ponga algo de lo suyo, o sea que me sale un estilo un poco retorcido —en fin, en realidad, para mí lograr la sencillez es un esfuerzo, cuando escribo—, pero además ayudó el hecho de que quien transcribió esa comunicación en el Correo..., digamos que se salteó unos cuantos signos de puntuación. Entonces... ¡me sorprende que hayan venido! [risas]. Pero, de todas maneras, me parece que algo se puede pescar, en esa propuesta —ahora voy a retomar algunos de sus términos, si tengo tiempo—, en cuanto a que esta propuesta no es la de recalentar el guiso de "lo ya sabido" de la psicosis, y que apunta a una propuesta, que yo no diría que es nueva, porque me parece que es la propuesta que hace Lacan, en todo caso, digamos que apunta a una perspectiva de lectura de algunas afirmaciones de Lacan un poquito diferente de lo que puede ser el discurso corriente. O sea, que algo parece que se ha transmitido, y eso es lo que me alienta, el que hayan venido. De todas maneras, y para que no confíen solamente en mi palabra, quería señalarles algunas cosas de Lacan, que eventualmente nos daremos el tiempo, en las sucesivas reuniones, de ir desplegando.


BREVE DISCURSO A LOS PSIQUIATRAS

Me tomé el trabajo, en estos últimos días, de traducir el «Breve discurso de Lacan a los psiquiatras», o Petit discours... En verdad, habría que traducirlo como "Pequeño discurso", pero "Pequeño" suena un poquito irrespetuoso, y "Discursito", ¡horrible! [risas], entonces le puse «Breve discurso a los psiquiatras», aunque no es tan breve como sugiere el título.(13) Es una conferencia de l967. Cuando terminé de traducirlo me dijeron que había otra traducción circulante, pero no la conozco.
Este texto, con el que Lacan se dirige a los psiquiatras, es en l967, como ya les dije, y en realidad es interesante el contexto, porque, si bien se dirige a los psiquiatras, él no deja de observar que la mayoría de su audiencia son gente que está en análisis, o espera del análisis alguna cosa especial en relación a su posición de psiquiatras, y Lacan, entonces, incluso expresa cierto lamento, dice: ustedes, que están haciendo el internado, en lugar de aprovechar su experiencia de psiquiatras, de su contacto con el loco, con el psicótico —en este texto él dice "el loco, o el psicótico, si ustedes quieren", al revés de cierta moda actual, que se inclina más bien a distinguir la locura de la psicosis—, ustedes desperdician su experiencia de psiquiatras porque se consideran analistas en formación, y se consideran analistas en formación a partir de un gran malentendido, que es el de creer que el psicoanálisis ayuda a comprender a los enfermos. En verdad, el psicoanálisis, y con esto retomo algo que dije anteriormente, debería ayudar a soportar la no comprensión, porque la comprensión es nuestro horizonte de significación fálica, desde el cual jamás podremos abordar y dar acceso a la palabra del psicótico... Y Lacan expresa su esperanza de que algún "psicoanalizado", dice, no un psicoanalista, algún "psicoanalizado", se anime a escuchar al psicótico, a, como lo decía en el escrito «De una cuestión preliminar...», a ese esfuerzo de "sumisión completa a las posiciones subjetivas del enfermo", lo cual implica no ejercer sobre él el poder, ni el llamado al orden fálico...
Bien, les decía que en este texto, en esta conferencia, Lacan dice una cosa que en realidad no es ninguna novedad, era para no citarles un texto más antiguo. No es ninguna novedad, en Lacan. Ya estaba muy claramente expresado en su discusión con Henri Ey, en el texto del ’46, «Acerca de la causalidad psíquica». Lo que dice, muy sencillamente, es lo siguiente: "en su encuentro con el loco, aquél que se postula en su presencia, en esa posición que es la del psiquiatra, está, lo quiera o no, concernido, está irreductiblemente concernido", es decir, que la locura es algo que a él le atañe.
En este sentido, Lacan estaría en contra del "muro" que separa, que segrega —va a hablar también de los efectos de segregación promovidos por la dominancia cada vez mayor del discurso de la ciencia, en este texto—, que inevitablemente segrega al loco. Lo que agrega Lacan es que, de ese concernimiento, de esa relación de concernimiento, el psiquiatra se protege de ese concernimiento. ¿Cómo se protege? Bueno, hay muchas maneras de protegerse, una es aislar al enfermo, otra es el chaleco, podríamos decir, el chaleco químico, también, pero donde él, Lacan, habla, se ve que en esa época — estamos en el ’67, es decir, a cinco minutos del famoso mayo del ’68, del grito libertario de los estudiantes parisinos en mayo del ’68, por lo que hablar del chaleco, en ese momento, hubiera sido una falta de respeto, una provocación, así que Lacan no habla de eso — entonces, para no hablar de eso, dice que el psiquiatra interpone, para protegerse de ese concernimiento, entre él y el loco, un cierto número de "barreras protectoras". Por ejemplo, dice, "una pequeña idea", "un órgano-dinamismo" —y hoy podríamos decir: una pequeña idea: que hay que acotar el goce, por ejemplo, o cualquier otra, como una definición privativa de la psicosis— una pequeña idea, dice, "que los separe de esta especie de ser que está enfrente de ustedes, que es el loco, que los separe a ustedes de él, destacándolo, ¿no es cierto?, como una especie entre otras de extraño coleóptero, del que se trata de dar cuenta así en su dato natural".
Es decir, ante el concernimiento, ante el sentirse concernido por la locura, el psiquiatra, la posición del psiquiatra —pero, a ver, cuando Lacan dice "posición del psiquiatra", se refiere a una posición de estructura, no está hablando de la buena voluntad, del humanismo, de la buena onda del psiquiatra, ¿se entiende, esto?, se refiere a lo que define a la posición del psiquiatra— la posición del psiquiatra es que de ese concernimiento por la locura, de esa angustia que despierta la locura, este loco que no nos demanda nada, él se proteje erigiendo esas barreras constituidas por esa "pequeña idea" — no importa cómo llamemos a esta pequeña idea, puede ser la tesis de la alienación, por ejemplo: bueno el alienado es alguien que vive en su propio mundo, su manera de pensar es irreductible, no hay comunidad con nosotros... — No sé si ustedes recuerdan, hace un par de años hubo una especie de polémica pública, un intercambio, vamos a decir, más que polémica, salió en los diarios, entre Maradona y su psiquiatra o su psicólogo español, y entonces el señor este, el español, a propósito de no sé qué que había a su vez dicho Maradona a propósito de él, le dice a los medios: "al señor Maradona no tengo por qué responderle, porque es un enfermo mental", es decir: como es un "enfermo mental", no es responsable de su palabra. Bueno, ésta es la roca de la alienación, la que constituye una de esas pequeñas ideas que nos separan del loco.
El problema, dice Lacan también, en este texto del que les estoy evocando unas pocas frases, es que la experiencia analítica, la experiencia del psicoanálisis es una experiencia precaria. Precaria, ¿por qué? — porque, no obstante haber pasado por esa experiencia, siempre se puede recaer rápidamente en lo que es la posición del psiquiatra. Y justamente, al recaer en la posición del psiquiatra, volvemos a instaurar estas barreras. Lacan menciona otra de estas barreras, entonces, y dice: "los consideramos mucho más como objetos de estudio que como punto de interrogación al nivel de lo que remite a cierta relación del sujeto, a lo que sitúa al sujeto por relación a ese algo que calificamos de objeto extraño, parasitario, que es la voz, esencialmente. En tanto voz, ella no tiene sentido aquí más que por ser soporte del significante".
Bien, quiero dejarlos hablar un poquito a ustedes, y entonces voy a suspender, voy a interrumpir el hilo de lo que venía desarrollando, y dejo el comentario de mi Propuesta para otro día, porque no quisiera alejarme hoy de aquí sin mencionar un par de frases de Lacan, del Seminario sobre La identificación —es decir, no he ido a buscarlas en los últimos Seminarios—, que sitúan, al menos como una tesis, de la que eventualmente tendremos que dar cuenta, pero para que esto no parezca un mensaje venido de Ganímedes, ya que estamos hablando de psicosis, que hablar de sujeto, de deseo, y de falta en el Otro en la psicosis no es algo que venga de otra galaxia, sino que esto al menos está dicho por Lacan... Voy a citar entonces un par de frases del Seminario de La identificación, del año l962, y luego les haré un breve comentario acerca de cómo podríamos movernos en lo sucesivo.
Bueno, en la clase del 2 de Mayo de 1962, Lacan responde a una interven-ción, interesante, que había tenido Piera Aulagnier. Ella, en ese momento, todavía no se había separado de Lacan para fundar su Cuarto Grupo, pero es interesante, también... — Ahora abro un paréntesis, y espero no perderme... Piera Aulagnier, sus textos, entró a la Argentina en un momento en que la avidez y la confusión agrupaban bajo el nombre de "psicoanálisis francés contemporáneo" lo que parecía equivaler a "lacaniano": Laplanche, Pontalis, Leclaire, Mannoni, Aulagnier, y hasta el mismísimo André Green... ¡todos en la misma bolsa! Por supuesto con el retraso que tenemos tradicionalmente, y además no había satélite, todavía, entró como lacaniana cuando ya no era lacaniana... Por ejemplo, todas esas cosas que todavía se dicen que habría dicho Lacan, y que Lacan nunca dijo, por ejemplo: que la madre del esquizofrénico es una madre que considera que su hijo es como un cáncer, como una cosa viva que no tiene imagen, y que la carcome, y qué sé yo, y que por eso no le construye un cuerpo imaginario... — ¿habrán escuchado eso: una madre que considera al hijo como un ser natural, como una especie de excrecencia corporal? — bueno, eso es Piera Aulagnier, no Lacan.
A ver, no digo esto para decirles simplemente "miren, leamos bien a Lacan", porque en definitiva... Está bien, conviene leer bien, ¿no es cierto?, leer bien es sin duda mejor que leer mal... Pero más que leer bien, conviene que la lectura tenga efectos. Como dice también Lacan en esta conferencia del ’67, no alcanza con usar el vocabulario lacaniano, el asunto es que ese vocabulario lacaniano tenga efectos diferentes a los que se obtienen de lo que se dice en otro vocabulario. De nada vale, si usamos vocabulario lacaniano para decir las mismas cosas que se decían antes de Lacan. Y en una proposición como esta de la presunta típica madre del esquizofrénico, que considera al hijo así y asado, ¿qué estamos diciendo? — ¡que habría que analizar a los padres! Ahora, reflexionen sobre los casos clínicos que suelen circular en nuestro medio, y van a ver que esto no es solamente un problema de la psicosis, sino que muchas presentaciones clínicas, de neurosis, también consisten en analizar a los padres... Bueno, cierro el paréntesis...
Piera Aulagnier, entonces, en esa intervención del ’62, en el Seminario de La identificación, hace una exposición respecto de la psicosis que Lacan elogia —en ese momento estaban amigos—, que es bastante interesante, también, la exposición, pero Lacan le comenta que, bueno, en su esfuerzo por hacerse entender por el público, ella tal vez había aflojado en algunas cosas. Y entonces, este es el breve comentario que le hace Lacan:
...lo que me parece eminente, es justamente aquello por lo cual eso nos abre esta estructura psicótica como siendo algo donde debemos sentirnos en nuestra casa. Si no somos capaces de percatarnos de que hay un cierto grado, no arcaico, a poner en alguna parte del lado del nacimiento, sino estructural, a nivel del cual los deseos son, hablando propiamente, locos; si para nosotros el sujeto no incluye en su definición, en su articulación primera, la posibilidad de la estructura psicótica, jamás seremos sino alienistas.
Es decir esa "pequeña idea" de la alienación que descarta la estructura psicótica como algo donde podemos, debemos, sentirnos en nuestra casa, en la medida en que dicha estructura es una posibilidad primera, por definición, de la noción de sujeto que sostenemos en el psicoanálisis, esa "pequeña idea", como las otras de esa índole, desencadenará el efecto de segregación donde el loco está del otro lado del muro y no nos concierne para nada.
La otra frase que les quería leer es un poco más extensa, pero creo que vale la pena. Es del mismo Seminario, de la clase del l3 de Junio de 1962, y dice así — yo, cuando leo frases como esta que voy a leerles — y ya que hoy, al comenzar esta reunión, me despaché con algunos agradecimientos, quiero agradecer también a los miembros de un grupo de estudio que coordino, precisamente sobre este Seminario de Lacan, La identificación, algunos estan acá, cuya interlocución inteligente me ha hecho mirar con lupa este Seminario, y me ha hecho como leer de nuevo, de nuevo y como nuevas, muchas cosas que había leído antes — cuando leo frases como las que les voy a leer ahora, me doy cuenta de que, no solamente que no se entiende nada de lo que Lacan ha dicho, sino que en general no se lo lee, o que se lo lee como Lacan decía que se lo lee a Freud, "de la manera sorda", se lo lee pasando por encima de todo lo que podría trabar nuestra concepción primera, nuestro prejuicio, acerca de lo que se supone que iba a decir. Fíjense este párrafo, un poco más que una frase:
[...] Esta relación del espejo, para ser comprendida como tal, debe ser situada sobre la base de esta relación al Otro que es fundamento del sujeto, en tanto que nuestro sujeto es el sujeto del discurso, el sujeto del lenguaje.
Es al situar lo que es $ corte de a [es decir, la fórmula del fan-tasma], por relación a la deficiencia fundamental del Otro como lugar de la palabra, por relación a lo que es la única respuesta defini-tiva a nivel de la enunciación, el significante de % , del testigo universal en tanto que hace falta y que en un momento dado ya no tiene sino una función de falso testigo...
es al situar la función de a en ese punto de desfallecimiento, mostrando el soporte que encuentra el sujeto en ese a que es lo que apuntamos en el análisis como objeto que no tiene nada de común con el objeto del idealismo clásico, que no tiene nada de común con el objeto del sujeto hegeliano,
es al articular de la manera más precisa ese a en el punto de carencia del Otro, que es también el punto donde el sujeto recibe de ese Otro, como lugar de la palabra, su marca mayor, la del trazo unario, la que distingue a nuestro sujeto del sujeto de la transparencia conociente del pensamiento clásico, como sujeto enteramente atado al significante en tanto que ese significante es el punto giratorio de su rechazo, el de él, el sujeto, fuera de toda la realización signifi-cante,
es al mostrar, a partir de la fórmula $ & a como estructura del fantasma, la relación de este objeto a con la carencia del Otro,
...que vemos cómo en un momento todo retrocede, todo se borra en la función significante ante el ascenso, la irrupción de este objeto.
Suspendo un momento la cita. ¿Se dan cuenta de los términos que están puestos en juego en este fragmento? — objeto a, fantasma, carencia del Otro, significante de A barrado: S(% ), sujeto de discurso, trazo unario, deseo... El párrafo continúa así:
Es hacia ahí que podemos avanzar, aunque sea la zona más velada, la más difícil de articular de nuestra experiencia. Pues justamente tenemos su control en cuanto que, por unas vías que son las de nuestra experiencia, vías que recorremos lo más habitualmente, las del neurótico, tenemos una estructura que de ningún modo se trata de poner así sobre el lomo de chivos emisarios. A este nivel, el neurótico, como el perverso, como el psicótico mismo, no son sino caras de la estructura normal.
¿Escucharon alguna vez, estas palabras? Me responden ustedes que no... — sin embargo, estoy seguro de que, al menos la mayoría de ustedes, habrán leído el Seminario de La identificación, algunos quizá varias veces... como me ocurrió a mí hasta que finalmente pude leer estas palabras, la segunda vez refregándome los ojos... Continúa Lacan:
Se me dice a menudo, tras estas conferencias: cuando usted habla del neurótico y de su objeto, que es la demanda del Otro, a menos que su demanda no sea el objeto del Otro, ¡háblenos del deseo normal! Pero justamente, hablo de eso todo el tiempo.
El neurótico, es el normal en tanto que para él el Otro con una A mayúscula tiene toda la importancia El perverso, es el normal en tanto que para él el falo —el F mayúscula, que nosotros vamos a identificar a ese punto que da a la pieza central del plano proyectivo toda su consistencia—, el falo tiene toda la importancia.
Para el psicótico el cuerpo propio, que hay que distinguir en su lugar, en esta estructuración del deseo, el cuerpo propio tiene toda la importancia.
Y no son aquí sino caras donde algo se manifiesta de este elemento de paradoja que es el que voy a tratar de articular ante ustedes a nivel del deseo.(14)
Resumiendo:
1) la estructura es una
2) la estructura, que es una, comporta una falla, aquí nombrada como carencia del Otro — en otro momento tendrá otros nombres: "no hay universo del discurso", "no hay relación sexual", pero no importan ahora los nombres: la estructura que nos interesa como psicoanalistas, en tanto nos ocupamos del síntoma, es decir, de lo que no anda, es aquella que, en tanto estructura, está radicalmente, principialmente fallada, es decir, nosotros tenemos que explicar por qué las cosas no andan, no por qué las cosas andan — no nos serviría para nada una estructura sin falla, del tipo de la estructura de los estructuralistas, es decir, de la que no hace lugar a la función del sujeto — y esto es propio de la estructra... no del resultado de determinada operación, como por ejemplo cuando se dice que cuando el Nombre-del-Padre no está para cumplir su papel entonces el Otro es completo...
3) la psicosis no radica en una falla relativa a una estructura no fallada —ésta es la perspectiva de la psicosis como déficit—, no está tampoco fuera de estructura — si la psicosis estuviera fuera de estructura no tendríamos nada que decir sobre ella, en la medida que la concebiríamos sin relación con el lenguaje.
4) como acabamos de leer, y está dicho por Lacan con todas las letras, la psicosis es una cara de una estructura, aquí calificada de normal, que es una.
Bien, yo no digo que este párrafo un poco extenso que acabamos de leer, del Seminario sobre La identificación, sea transparente. De ninguna manera lo pretendo — es posible que tengamos que dedicar algún tiempo, si a ustedes les parece, a tratar de entender, de desplegar, de justificar estas afirmaciones de Lacan. Es posible. Lo que yo me proponía hoy, al traerles esta cita, es "acotar", ¿por qué no?, ponerle una barrera, unos mojones de señalización, a cierto discurso corriente según el cual el psicótico estaría fuera de estructura... porque no tiene estructura —se le soltaron todas las consistencias del nudo—... o tiene una estructura tal que tiene una falla que consistiría en no tener falla —como el Nombre-del-Padre sería quien descompleta al Otro, al estar forcluido este nombre el Otro sería completo—, y entonces ya no importa la carencia del Otro, el deseo del Otro, el problema es el goce del Otro, que no tiene cómo ser acotado, y para colmo no hay transferencia, por lo que... ¡hay que remendar!

HILDA SCHVARZMAN: Eso conectaría con la cuestión de los mecanismos específicos, pensados...

Sí, efectivamente, eso también discute cierto efecto —gracias por recordármelo, es como si supieras lo que tenía pensado decir— cierto efecto de un planteo incorrecto, insuficiente, de la relación Freud-Lacan, según la cual Freud habría sido un lacaniano avant la lettre, con lo cual se termina leyendo a Lacan con la anteojera freudiana... ¡Pero Lacan ocurrió! Lacan ocurrió, y eso tiene un peso decisivo, quiero decir: aunque rechacemos a Lacan, esto tendrá efectos sobre nuestra lectura de Freud... No es el mismo post-freudismo el de Hartmann que el de Laplanche. Incluso rechazando a Lacan, el post-freudismo no queda en el mismo lugar, se constituye como tal por ese rechazo mismo... Pero si no rechazamos a Lacan, entonces hay que hacerse cargo de que Freud no es lacaniano... porque como suele decir un amigo mío al que siempre cito, Juan Carlos Piegari, que es posible que venga algún día a este espacio a decirnos lo suyo, y con quien tengo un diálogo de hace muchos años: "uno empieza confundiendo a Lacan con Freud, y termina confundiendo a Freud con la psicología".
Volviendo a tu intervención, en la que me recordaste algo importante a lo que quería referirme: efectivamente, está dicho en la Propuesta... —lo voy a dejar para otro día, en todo caso, pero lo dejo mencionado—, también me propongo cuestionar la supuesta tri-partición entre neurosis, psicosis y perversión, concebida no a partir de la transferencia —como sí lo hace Lacan—, no a partir de la relación del sujeto con el saber —como propone Lacan en su Seminario sobre los Problemas cruciales para el psicoanálisis, por ejemplo—, sino a partir de tres presuntos "mecanismos freudianos fundantes" o "modos de defensa constitutivos" o como se los quiera llamar: represión para la neurosis, renegación para la perversión, Verwerfung o forclusión para la psicosis... En algún momento me gustaría detenerme a mostrarles que esta tripartición, ya establecida en el discurso corriente, no está tan clara sin embargo, ni en Freud, ni en Lacan mismo.
Bien, ya termino. Agrego a los agradecimientos, ya que estamos, el que debo a los compañeros de la Escuela que hoy han querido acompañarme. No es una práctica difundida, en nuestra Escuela, que los miembros asistan al seminario de otro miembro, y sin embargo, es una práctica que ojalá se extienda, porque es lo que nos podría alejar definitivamente de cierto riesgo que corre la enseñanza en la Escuela, que es la pendiente fácil del discurso universitario. Obviamente, si yo estoy aquí, no es porque tengo todo claro. No es el saber el que pongo como agente del discurso que sostengo ante ustedes. Si tuviera todo claro, como no tengo vocación de mesías, y la caridad no la entiendo en este campo, no perdería tiempo hablándoles. Lo que espero es lo que pueda llegarme de ustedes, y particularmente, ¿por qué no decirlo?, de mis compañeros de Escuela, con quienes podría sostener una interlocución no ocasional, no restringida a esta hora y media quincenal. Por eso, a quienes hoy me acompañan, les agradezco especialmente.
Un agradecimiento muy especial —muy especial porque, de alguna manera, fueron quienes precipitaron que yo esté aquí hoy con ustedes... es decir, que si hoy sintieron que han perdido el tiempo, ¡ya saben a quiénes echarle la culpa!— a los residentes del Hospital Esteves, de Lomas de Zamora, y quiero decir por qué. Ellos el año pasado me invitaron, me pidieron, más bien, que fuera a hablarles a su hospital. En general, yo, como práctica general, soy más bien alérgico a ir a hablar en los hospitales... y, en verdad, a ir a hablar a cualquier otra parte que no sea la Escuela. No voy a argumentar mucho esta peculiaridad mía, y por eso prefiero referirme a ella en términos de "alergia". Podría argumentarlo, pero no lo voy a hacer. Es una cuestión de fiaca, si quieren, una cuestión de que no me gusta suspender trabajo con pacientes para ir a hablar por ahí —eso es también una razón, no la única, de mi poca proclividad a asistir a Congresos y Jornadas—, y también —es la otra razón de mi poca proclividad a asisitir a Congresos y Jornadas— porque odio hacer algo que, además de no proporcionarme ningún placer, descuento que no va a tener ninguna consecuencia, es decir, odio ir a hablar para entretener a la gente. Y si reflexionan un poco, muchas invitaciones a hablar están hechas para el entretenimiento de la gente. Cuando se invita hoy a un psicoanalista y mañana a un cognitivista, hoy a un psicoanalista de esta Escuela, y mañana a un psicoanalista de la APA, y pasado mañana a un psicoanalista de la EOL, y así siguiendo, es porque la invitación está al servicio de entretenerse, compensarse un poco por la dura tarea hospitalaria.
Bueno, pero estos residentes, cuando me hicieron su invitación, la hicieron luego de haberse leído mi seminario del ’95, que son como cuatrocientas cincuenta páginas, y venían con preguntas formuladas a partir de esa lectura. Eso fue lo que me decidió a ir hasta Lomas de Zamora, que no es la Vuelta de la Esquina. Y además, además, nos reuníamos los sábados, que era un día en el que ellos no estaban obligados a asistir al hospital, cosa que me conmovió profundamente. Y además sus preguntas eran muy pertinentes. Eso fue lo que me llevó no solamente a ir, entonces, a Lomas de Zamora, sino a, ante la posibilidad de seguir trabajando juntos este año, proponer este trabajo en la Escuela, y extender esta propuesta a otros residentes, a otros concurrentes, y bueno, dado el apoyo que encontré en la Comisión Directiva de la Escuela ante esta propuesta, ¿por qué no a cualquier interesado, en general?
Por otro lado, el compromiso de estos residentes del Hospital Esteves es mayor, no sólo porque me han acompañado en el tiempo posterior a estos encuentros en su Hospital, el año pasado, con preguntas y estímulo para abordar algo, sino porque, además, han comprometido un trabajo —que, de todas maneras, si bien ellos son como mi rueda de auxilio, hago extensivo a aquellos de ustedes que lo quieran—, que es el de aportar aquí, a partir de la próxima vez, y en adelante, todas las reuniones, un fragmento de la clínica de la psicosis. No para ejemplificar lo que yo pueda desarrollar en la primera parte de la reunión —en principio, no habrá ninguna relación deliberada entre el caso presentado y el punto que yo aborde en esa primera parte—, sino para relanzar la pregunta. Así que, con esto termino, hoy fue una excepción, porque era la primera vez, a partir de la próxima reunión empiezo a la diez de la mañana en punto, con los que estén. ¿Hasta qué hora? Hasta las once y media, porque soy un poco inquieto y no me aguanto dos horas. Supongo que dos horas, sentados ahí, ustedes tampoco. Ya una hora y media es una barbaridad, ahí apretados, sobre todo los que son altos como yo, que no pueden estirar las piernas... Pero menos de una hora y media no nos alcanzaría. A partir de las preguntas que puedan llegarme, voy a inciar la reunión con una breve exposición; luego daremos lugar a este fragmento de la clínica de la psicosis, y luego nos daremos un tiempo para intercambiar entre nosotros, no necesariamente para que yo responda preguntas, para intercambiar, emitir opiniones, que cada uno vuelque la experiencia que tenga. En la psicosis no es cierto que el que tiene mucha experiencia puede decir cosas más pertinentes que el principiante. El de la psicosis es todavía un campo muy ofrecido a la invención... y a las ganas de inventar, aunque no quiero decir con esto que carezca de coordenadas doctrinales. Así que ese sería el esquema general de nuestras reuniones, y bueno, ahora les pediría que tomen ustedes la palabra, para hacerme una idea de por dónde podría continuar yo la vez que viene.

PARTICIPANTE: [no se escucha en la grabación]

Está bien. No te voy a responder, hoy. Justamente, quiero que hablen para ir viendo por dónde seguir. Tu duda, entonces, sería la de en qué sentido la locura nos concierne.

RICARDO AUGMAN: Yo quería decirte que, en principio, es interesantísimo todo lo que dijiste, y realmente justifica levantarse un sábado a la mañana para venir a escuchar y a conversar acerca de la psicosis. A mí, en particular, me interesaría que habláramos del asunto de la estructura única, de los tres mecanismos, digamos, que son populares, para hablar de las estructuras...

Bien, entonces, de qué manera entender esto, que hay una estructura, a partir de dónde establecer una clínica diferencial relativa a una estructura que es una, y repasar estos tres mecanismos que circulan en el discurso corriente... — Yo repito porque en general no se graba lo que se dice desde ahí, y no tengo ganas de andar pasando el micrófono, porque eso le daría demasiada formalidad a lo dicho, y prefiero que hablemos tranquilos, en borrador, sin pensar que hablamos para el registro, aunque a mí me interesa conservar algún registro de lo que intercambiemos, para hacer pie ahí en las próximas reuniones. No es porque piense que lo que dijiste no se entendió...

PARTICIPANTE: [no es escucha en la grabación]

Entiendo, tu pregunta retoma en parte la pregunta anterior, de Ricardo. Es un poco el fantasma que suele aparecer cuando yo digo algo de esto en un grupo de estudio: "¡Ah! ¡¿entonces no hay ninguna diferencia entre neurosis y psicosis?!" — ¡no estoy diciendo eso! ¡no digo que la neurosis es la psicosis, o que no hay diferencias entre neurosis y psicosis! Lo que estoy diciendo es que algunos conceptos básicos, fundamentales, si quieren, no importa el nombre que les pongan, de la doctrina psicoanalítica —significante, sujeto, deseo, inconsciente, transferencia...— son de un piso básico... a partir del cual se establece la clínica diferencial, y no que la clínica diferencial habría que hacerla en función de colocarle un "+" de presencia o un "-" de ausencia a algunos de estos términos. La transferencia es una noción transclínica. En Freud mismo, el fantasma es una noción transclínica. En Freud, la fantasía no es patrimonio exclusivo de la neurosis, y tampoco es por la diferencia entre un tipo de fantasía y otro que se puede establecer la diferencia entre la neurosis, la perversión y la psicosis. En el texto de 1922, si no recuerdo mal ahora, y estoy evocando cosas absolutamente al azar de mi memoria, en «Sobre algunos mecanismos neuróticos en los celos, la paranoia y la homosexualidad», Freud dice claramente que a partir del contenido del sueño no es posible distinguir un paranoico del que no lo es, que alguien puede ser paranoico en su sueño y no serlo, digamos, en su vida despierta, para hablar mal y pronto, o al revés... Eso es lo que estoy diciendo: que si queremos evitar una clínica del déficit, una clínica del defecto, que además de no poder ser jamás, en tanto tal, una clínica psicoanalítica, nos lleva fatalmente, como conclusión imparable, al postulado de que la estructura es la estructura de la neurosis, si queremos evitar una clínica del defecto tenemos que postular que hay nociones de la teoría que atraviesan todas las estructuras, las así llamadas estructuras —es claro que a mí no me gusta este término— "psicopatológicas", atraviesan toda la clínica diferencial, son transclínicas, y en consecuencia la clínica diferencial no debe establecerse en términos de presencia o ausencia de algunos de estos términos. Eso es lo que estoy diciendo. Pero no estoy diciendo que entonces es lo mismo una neurosis que una psicosis...
Sí podría estar diciendo, pero te lo digo despacito, cautamente, para crear un poco de suspenso, que la posición del analista en la clínica tal vez no sea tan diferente en un caso que en el otro... Pero para avanzar en esto tendríamos que pasar primero por establecer qué entendemos por posición del analista, porque la propuesta de Lacan para la posición del analista no es uniforme a lo largo de su enseñanza, ha ido variando. La posición del analista en el escrito «Variantes de la cura-tipo», que es de 1955, es la del analista como gran Otro, es la del "poder discrecional del oyente", de alguna manera amo del sentido del discurso que el sujeto le dirige y aún de su identidad misma de hablante. La posición del analista como objeto a, a partir del Seminario sobre La angustia, no es la misma... Entonces, digo, a lo mejor la posición del analista —no digo su intervención, su modo de intervenir—, la posición básica, estructural del analista, la de ceder la posición subjetiva, dar la palabra —dar la palabra y entonces ofrecer la posibilidad de que quien habla ya no sepa lo que dice—, tal vez esa posición también sea transclínica...
Y tal vez, si nos esclareciéramos sobre lo que es esencial a la posición del analista, tal vez habría posibilidad de evitar los efectos de inhibición que suele producir, en la práctica hospitalaria, cierta ideología según la cual: "¡ojo con interpretar, que desencadenás una psicosis!" — y entonces ante el primer consultante que tenga un olor un poco raro, el analista no hace nada, no dice nada, por temor a desencadenar quién sabe qué cosa..., no hace nada, como si creyera que es posible calcular los efectos de lo que se hace o lo que se dice, como si creyera que la interpretación consiste sólamente en un equívoco deliberado, como si descartara que a lo mejor la manera misma de saludar puede comportar un efecto de interpretación, que hasta su no hacer nada y no decir nada puede comportar ese efecto, y que, por lo tanto, la intervención del analista es incalculable, que el ser más o menos cauto, más o menos precavido, por ejemplo no sintiéndose autorizado a comprender demasiado rápido o a hacer cualquier cosa, no debería llevar a la inhibición, al no hacer nada, sino a interrogar cuál es la posición más conveniente para —para decirlo en los términos de hoy— ceder la posición de sujeto.

PARTICIPANTE: Hay otra cuestión que circula en el ambiente psicoanalítico, en relación a cierta comparación que se hace entre neurosis infantil y neurosis en el adulto, y para la psicosis no habría una psicosis infantil [...]. Para los que trabajamos con niños, no es una reconstrucción desde el adulto de la neurosis infantil o de la pre-psicosis, es algo que está ocurriendo en ese momento [...]. ¿Podemos hablar de psicosis en la infancia? ¿Y por qué?

O sea, disculpame el resumen, qué lugar darle a la psicosis infantil. Al respecto quiero decir esto: la psicosis es algo que le puede ocurrir a cualquier hablante, es decir, es una posibilidad esencial a partir de que el sujeto se constituye a partir del lenguaje. Por eso, por ejemplo, puede haber psicosis en débiles mentales. Me parece que la afirmación de que no hay psicosis infantil debe restringirse, no a negar la psicosis en la infancia, que se daría de patadas con la clínica, sino a una condición que Lacan formula de este modo: la psicosis no tiene prehistoria y... Bueno, hasta ahí, nomás. Lo dejo para otra ocasión.

PAULA CORRADI: [no se escucha en la grabación]

Está bien, la cuestión del goce. Al respecto, si me permitís, te voy a hacer un breve comentario lateral, de coyuntura. Sabemos que el neurótico tiene una perspectiva idealizante, es el que se engancha más al significante —no en el sentido de que el psicótico esté menos enganchado, sino que en la identificación significante el neurótico busca paliar la falta de ser que constituye su pasión, en los dos sentidos del término—¿se entiende lo que digo? Bueno, en la perspectiva idealizante el goce es perturbador, nos parece más excelso el deseo, quiero decir, que esta "mala impresión" que nos produce el goce, para decirlo de alguna manera, es un efecto del discurso del amo, de la perspectiva idealizante que transporta el discurso del amo.

PARTICIPANTE: [no se escucha en la grabación]

O sea, una vez planteada una doctrina de la psicosis, si la hubiera, cómo establecer diferencias entre las formas clínicas de la psicosis: esquizofrenia, paranoia...

KARINA GLAUBERMAN: [no se escucha en la grabación]

Lo que me ocupé de subrayar, al pasar, fue que Lacan no hace, al menos en el texto de su «Breve discurso a los psiquiatras», y en otros que podría recordar, una diferencia entre locura y psicosis. Les mencioné incluso la frase: "que es preciso llamar por su nombre, el loco, o el psicótico, si ustedes quieren". Me parece que esta asimilación que hace Lacan es justamente para destacar lo que hay de común, lo que no hace segregación, sino aquello por lo cual el loco, la locura, es algo que nos concierne. Ahora bien, en el ambiente, a partir de un texto de Maleval que circuló en fotocopias —creo que no fue editado, al menos en castellano—, que se titulaba, creo, «La locura histérica no es una psicosis», y que hizo furor en una época, hace diez, quince años, no me acuerdo cuándo, todo el mundo andaba distinguiendo psicosis de locuras histéricas, y donde la cuestión era la de demostrar que no todas las locuras son psicosis, que habría psicosis propiamente dichas, resultantes de la forclusión del Nombre-del-Padre, y algo que se le parecía mucho pero que no era psicosis, porque no resultaría de la forclusión, y que entonces se proponía llamarlas "locuras", por ejemplo la "locura histérica". Y a veces todavía se hace esta diferencia, por ejemplo en relación a Joyce: "es loco, pero no psicótico" o, al revés, "es psicótico, pero no está loco"... Hasta donde a mí me alcanza, esa distinción no es de Lacan, al contrario, Lacan suele identificar locura y psicosis, por ejemplo en este texto que les he mencionado, o al comienzo del Seminario sobre Las psicosis, o en el escrito titulado «Acerca de la causalidad psíquica», donde felicita a su amigo Henri Ey por no haber retrocedido ante el empleo del antiguo nombre de "locura" — con lo cual no digo que esta distinción no sea posible sostenerla... con otros fundamentos.
En fin, ya que lo mencioné, quiero decirles que hay una concepción lacaniana de la psicosis, a partir de su escrito «De una cuestión preliminar a todo tratamiento posible de la psicosis», que dice que la psicosis es lo que resulta de la forclusión del Nombre-del-Padre, no de cualquier forclusión, y que ésta es una tesis que tiene validez hasta 1975, y que en 1975, en el Seminario sobre El sínthoma, hay elementos como para cuestionarla. Pero, hasta que la cuestionemos, vamos a tratar de sacarle, en este ámbito, todo el jugo posible.

PARTICIPANTE: También ví en tu propuesta del Correo que está prevista la posibilidad de hablar de Joyce, que me interesaría...

Sí, está prevista. Pero está bien que me lo recuerdes, porque los que ya me conocen saben que nunca hay que creer mucho en mis proyectos, porque yo me hago proyectos, pero para cambiarlos. Ahora, si vos insistís con tu pregunta, a la larga hablaré de eso.
Bueno, siendo las doce del mediodía, vuelvo a agradecerles su presencia. Les recuerdo que la vez que viene, que será el 6 de Junio —la tercera reunión será el 20 de Junio, que no es feriado—, voy a comenzar a las diez de la mañana en punto, porque yo llego en punto. Hasta la próxima.
NOTAS

(1) Jacques-Alain MILLER, Introducción al método psicoanalítico. Eolia-Paidós, Buenos Aires, 1997.
(2) Ricardo E. RODRIGUEZ PONTE, «Psicoanálisis y Psicosis: una cuestión ética». Intervención en la mesa-debate sobre Variantes de la cura-tipo, inaugural del Coloquio de Verano del mismo nombre, convocado por la Escuela Freudiana de Buenos Aires, los días 7, 8 y 9 de Enero de 1998. Se encontrará su texto en la Biblioteca de la E.F.B.A.
(3) Ricardo E. RODRIGUEZ PONTE, «¿Lacanoamericanos?». Texto redactado como introducción a la Mesa Redonda sobre el tema, que tuvo lugar en la Escuela Freudiana de Buenos Aires el jueves 15 de Enero de 1987, organizada para su publicación en las Notas de la Escuela Freudiana, nº 6, que no llegó a aparecer. Finalmente, fue publicado en Cuadernos Sigmund Freud, nº 14, Ediciones Nueva Visión, Buenos Aires, 1990.
(4) Ricardo E. RODRIGUEZ PONTE, «La articulación Freud-Lacan en la perspectiva del retorno a Freud de Lacan». Exposición —revisada— en la primera de las Reuniones internas de miembros de la Escuela Freudiana de Buenos Aires alrededor del tema: «Freud, Lacan ¿cómo se articulan?», el miércoles 30 de Septiembre de 1987. Se encontrará su texto en la Biblioteca de la E.F.B.A.
(5) Ricardo E. RODRIGUEZ PONTE, «Freud, Lacan, Nosotros». Intervención en el Seminario «Fundamentos de la Transferencia», dictado con Alba Flesler y Analía Meghdessian. Escuela Freudiana de Buenos Aires, el 8 de Julio de 1996. Se encontrará su texto en la Biblioteca de la E.F.B.A.
(6) Ricardo E. RODRIGUEZ PONTE, Freud-Lacan: efectuaciones del retorno. El retorno borromeo, Seminario dictado en la Escuela Freudiana de Buenos Aires, 1990, publicado en fichas. «El retorno borromeo. Presentación nodal del retorno a Freud», intervención en el Seminario «Topología y Psicoanálisis», Escuela Freudiana de Buenos Aires, el 14 de Noviembre de 1990, publicado en ficha. «El Padre: la falta en Freud», publicado en el libro de AAVV, El Padre en la Clínica Lacaniana, Escuela Freudiana de Buenos Aires / Homo Sapiens Ediciones, Rosario, 1994. «Freud-Lacan: un irreductible tres», intervención en el ciclo «Irreductible Tres», Escuela Lacaniana de Psicoanálisis, el 31 de Octubre de 1991.
(7) Tengo en curso de elaboración una Versión Crítica Actualizada de este Seminario, que iré pasando a la Biblioteca de la E.F.B.A. a medida que concluya cada sesión del mismo.
(8) Ricardo E. RODRIGUEZ PONTE, El Seminario «El sínthoma». Una introducción. Seminario-taller en la Red de Seminarios de la Escuela Freudiana de Buenos Aires, 1995. Publicado en fichas.
(9) Ricardo E. RODRIGUEZ PONTE, «Para volver a la pregunta sobre si Joyce estaba loco», intervención en el ciclo «Lectura del Seminario Le Sinthome. Fábrica del texto», Escuela Freudiana de Buenos Aires, Cartel Abierto del 26 de Noviembre de 1987. Se encontrará su texto en la Biblioteca de la E.F.B.A.
(10) Ricardo E. RODRIGUEZ PONTE, «El sínthoma: sobre una lectura "de hecho" y una "de derecho"». Texto presentado en las Primeras Jornadas de Carteles de la Escuela Freudiana de Buenos Aires, los días 24-26 de Noviembre de 1988, finalmente publicado en Cuadernos Sigmund Freud, nº 15, E.F.B.A., octubre de 1992. Véase también: Hugo GORDO, Juan Carlos PIEGARI y Ricardo E. RODRIGUEZ PONTE, El Padre y el Sínthoma, Seminario en la Escuela Freudiana de Buenos Aires, 1988, algunas de cuyas clases fueron publicadas en fichas.
(11) Ricardo E. RODRIGUEZ PONTE, Estabilización y suplencia en la clínica de las neurosis y las psicosis. Hacia una clínica de la suplencia generalizada. Intervenciones en el «Curso de Actualización Clínica psicoanalítica - Problemáticas», Curso Anual Año 1996 de la Escuela de Post-Grado de la Facultad de Psicología de la Universidad Nacional de Rosario, los días 17 y 18 de Mayo de 1996. Se encontrará su texto en la Biblioteca de la E.F.B.A.
(12) Ricardo E. RODRIGUEZ PONTE, La Transferencia. Clínica y fundamentos. Red de Seminarios de la Escuela Freudiana de Buenos Aires, 1998. Publicado en fichas.
(13) Jacques LACAN, «Breve discurso a los psiquiatras, el 10 de Noviembre de 1967». Traducción —para circulación interna de la E.F.B.A.— de Ricardo E. Rodríguez Ponte.
(14) Jacques LACAN, Seminario 9, La identificación. Clase del 13 de Junio de 1962. La traducción y los subrayados son míos.
PSICOSIS:
LA CUESTIÓN PRELIMINAR... Y OTRAS CUESTIONES
Ricardo E. Rodríguez Ponte
Clase Nro 2. Sábado 6 de Junio de 1998

 EL MURO
Hoy vamos a poner en marcha el dispositivo que habíamos convenido para estas reuniones, me refiero a su división en tres partes. Vamos a ver cómo sale. Supongo que, de todos modos, eso mejorará con la experiencia.
Comenzaré retomando brevemente lo que había planteado la vez pasada. En resumidas cuentas, ¿de qué les hablé la vez pasada? Les hablé —apoyándome en ese texto de Lacan de 1967, su «Breve discurso a los psiquiatras»— les hablé de lo que, con una imagen que el primero en forjarla fue Freud, denominé el muro. El muro, la barrera interpuesta por la posición psiquiátrica, entre el psiquiatra y el loco, en tanto el psiquiatra, o la posición del psiquiatra —les dije que esto no es una cuestión de hu-manismo, ni de buena voluntad, ni de derechos humanos, sino que es una posición es-tructural—, la posición del psiquiatra se define por un no querer saber nada que, por el hecho de la locura, él también está absolutamente concernido.(1)


[en este momento se produce un corte de luz en la Escuela, que dura aproximadamente quince minutos]

Les estaba diciendo que la posición del psiquiatra, por estructura, se define por un no querer saber nada de la locura por la cual él también, el psiquiatra, está radicalmente concernido. De este concernimiento, se defiende por un mecanismo segregativo que todos conocemos: expulsando eso éxtimo, como dice Lacan, esa exterioridad íntima de la que no se quiere saber, sobre alguna figura del otro, más bien de lo Otro, que se vuelve así Otro, alter, no alter en el sentido de semejante, no alter en el sentido de aquél a quien me identifico, no alter en el sentido de otro-yo, sino alter en el sentido de otro-que-yo, en el sentido de otro-Otro, merced a cuya exclusión, precisamente, puedo identificarme con los que, así, quedan "del lado de acá". Es el mecanismo de los campos de concentración, del ghetto, del racismo en todas sus formas...
Merced a esta "barrera protectora" instaurada por el psiquiatra, por la posición del psiquiatra, la posición psiquiátrica puede sostener determinadas ilusiones. Por ejemplo... Ilusiones que son las que compartimos todos, por eso es tan fácil recaer en la posición del psiquiatra, y no importa que se haya pasado por un psicoanálisis —cuya experiencia, la que un psicoanálisis instaura, decía Lacan, es precaria, precisamente porque está la posición del psiquiatra—, la ilusión, por ejemplo, de que "yo soy yo", la ilusión de que "sé lo que digo", de que "soy dueño de los significantes que emito", de que soy "lo que me creo", el desconocimiento de que, antes de hablar, soy hablado... Esta posición implica que la palabra del loco, entonces, al quedar él en posición de "otra cosa" —de "extraño coleóptero", decía Lacan en su «Breve discurso a los psiquiatras»—, queda por eso mismo completamente devaluada, queda, el loco, verdaderamente enajenado en virtud misma de esta posición con la que es acogido su discurso. O, para decirlo en términos del escrito sobre las «Variantes de la cura-tipo», queda el loco reducido, por ese "poder discrecional del oyente" con el que el psiquiatra, como cualquier oyente, se inviste, queda reducido a la condición de "objeto constituido".(2)
En relación a este punto, vale la pena insistir sobre que, si bien la posición del analista no va a ser definida por Lacan de la misma manera antes y después del Seminario sobre La angustia —para poner un corte no demasiado arbitrario entre dos momentos distinguibles—, es decir, en «Variantes de la cura-tipo», un escrito de 1955, como A mayúscula, en posición y posesión del "poder discrecional del oyente" que la regla fundamental, en tanto coloca al hablante en la posición de ya no saber lo que dice, "eleva a la potencia segunda", dice Lacan... sea entonces como Otro con mayúscula, o en la posición del a minúscula — posición que tiene sus diferencias con la anterior, y, obviamente, estas diferencias comportan consecuencias en la clínica — pero de todas maneras algo se mantiene como común a ambas posiciones, en la medida en que, desde una o desde otra posición, la posición del analista consiste siempre en ceder la posición de sujeto al hablante. Dar la palabra es someter al sujeto a la posición de ya no saber lo que dice, pero, al mismo tiempo, al mismo tiempo, establecer para ambos, para el hablante tanto como para el oyente, la suposición de que hay verdad en lo que el hablante dice, así como una lógica en el encadenamiento de los dichos que es invitado a sostener, de cuyos efectos no podría ahorrársele la responsabilidad sin renegar en el mismo paso del don de palabra que se le ha hecho.
En este sentido, la posición del psiquiatra reniega de esta suposición, situando al loco en la posición de objeto constituido, lo que en la reunión pasada denominamos la roca de la alienación. No hay verdad en la palabra del loco, no hay nada para escuchar. No importa cómo definamos esta locura, si como un "proceso orgánico" o como un "proceso psíquico", resultado de un "mecanismo" del que está excluida toda posición subjetiva — Freud empleaba la palabra "proceso" en la expresión "proceso psíquico", e incluso la palabra "mecanismo" en la expresión "mecanismo de defensa", y su ideología de positivismo naturalista, propia de los finales del siglo XIX, se hubiera complacido, tal vez, en llevar el "mecanismo" a su consumación "mecanicista", pero su posición en la clínica no era ésta, su objeto se le resistía todo el tiempo a amoldarse a esta ideología... En fin, volveré sobre esto más adelante.
En la distribución de los cuatro discursos, lo que corresponde al discurso del analista establece que en el piso superior, si ustedes recuerdan, vamos a tener el a en posición de semblante, de agente, y en el lugar del otro, justamente, al sujeto:
a ® $
—— ——

Bien. Una de mis preocupaciones de la vez pasada, que no sé si logré transmitir, era la de que... Bueno, evidentemente, nos vamos a ocupar, de una manera o de otra, de derribar este "muro", porque es la única posibilidad que tenemos de construir un acceso posible que nos permita acoger la palabra del loco en su valor de testimonio. Es la única posibilidad de que haya en ese encuentro con el loco un lugar para el analista. Pero les decía también la vez pasada, creo que se los dije, que aunque no estemos interesados en la psicosis propiamente dicha —creo que se los dije bajo la forma de que abordar la psicosis no es abordar un capítulo especial del psicoanálisis—, abordar la psicosis, ¿para qué puede servirnos?, quiero decir, en la medida en que podamos derribar este "muro" que nos separa del loco, lo cual implica... lo cual implica que la posición del analista es correlativa de una posición según la cual no hay no loco.(3) Este es el concernimiento, el aceptarse concernidos por la locura. Pero les decía que en la medida en que podamos mantener esta posición, y aunque nuestro interés inmediato no fuera el de la psicosis, interrogar la psicosis podría tener para nosotros el valor heurístico de llevarnos a revisar las nociones de la teoría cuyos impases, sea en la teoría, sea en nuestra manera de entender la teoría —creo que hay mucho de esto último—, favorece que, con vocabulario psicoanalítico, y hasta lacaniano, sostengamos finalmente este muro bajo la forma de plantear la psicosis como una clínica del defecto.
Lo voy a decir de vuelta, porque me parece que estuve un poco enrevesado. Digamos, ¿qué hay de mal conceptualizado —para decirlo de una manera que mucho no me gusta—, qué hay de poco reflexionado en la manera en que entendemos —no la manera en que podemos repetir la definición, que eso es fácil— la manera en que entendemos en serio, en nuestra práctica cotidiana, o en nuestras charlas de pasillo, cuando uno no se preocupa tanto por ser riguroso en las definiciones y deja transparentarse entonces la manera en que verdaderamente se plantea para sí mismo las cosas, qué hay de poco acabado, de trabado, de impase en la manera en que entendemos, por ejemplo, el deseo, que promueve, que facilita que podamos afirmar que no hay deseo en la psicosis? ¿Qué hay de poco acabado en nuestra noción del sujeto, en la manera en que la entendemos, que favorece la afirmación de que no habría sujeto en la psicosis? ¿Qué hay de resto freudiano en nuestra noción de la transferencia, que nos permite afirmar la ausencia de transferencia en la psicosis?
¿Se entiende el planteo? Es decir, que aunque nuestro interés inmediato no esté puesto en la cuestión de la psicosis, abordar la psicosis, para interrogarla y para dejarse interrogar por ella, tiene consecuencias directas para la clínica, cualquiera sea, aun para la clínica de la neurosis.
Poco a poco, voy como... ¿cómo lo puedo decir? A partir del intercambio que hemos tenido, las preguntas que me han hecho llegar después de la última reunión, los comentarios, se me va perfilando, poco a poco, el estilo que me gustaría darle a este espacio, a este seminario, o lo que sea... Me doy cuenta de que, en un primer momento, no es muy conveniente una mayor acumulación de saber, porque correríamos el riesgo de engrosar las paredes del "muro". Entonces, me gustaría que en este primer movimiento —para eso nos va a servir especialmente la segunda parte de las reuniones, la singularidad del caso, que siempre nos pone como un tope al saber generalizable— me gustaría que en estos primeros movimientos de la partida que hemos decidido emprender juntos, tratemos de revisar los prejuicios que nos habitan, que nos llevan a pasar por encima de frases como las del Seminario de La identificación, que les leí la vez pasada — porque supongo que una buena parte de ustedes habrá leído el Seminario de La identificación, como supongo que una buena parte de ustedes habrá leído el escrito sobre «La significación del falo»...
Justamente, entre esta reunión y la anterior tuve una experiencia, que se me repitió... Hubo un par de experiencias que se me repitieron, en estas dos semanas, en diferentes ámbitos. A ver, ¿cómo lo puedo decir? La vez pasada les mencioné la roca de la alienación. Creo que en el psicoanálisis hay otra roca muy importante, que tiene que ver con eso que también les mencioné: que cuando se empieza a confundir a Lacan con Freud, se termina confundiendo a Freud con la psicología. La otra roca importante la podríamos denominar la roca de la psicogénesis — que en nuestro caso probablemente tenga bastante que ver con el origen del lacanismo en la Argentina, con el modo en que se empezó a transmitir a Lacan aquí, me refiero a algunas afirmaciones que solían repetirse: "hay que acceder a lo simbólico", "hay que pasar de lo imaginario a lo simbólico", "el sujeto no accedió al Edipo", etc... Bueno, esta idea del "acceso", o del "no acceso", este retorno de la noción abrahamiana del desarrollo de las etapas libidinales disfrazada con los registros lacanianos o con la jerga freudolacaniana, la idea de definir tal fenómeno de la clínica o tal "estructura psicopatológica" por el registro lacaniano o la noción doctrinal a la que el sujeto habría accedido o, al revés, en la que se habría quedado detenido, también va creando, con jerga psicoanalítica, incluso lacaniana, una clínica del defecto. La experiencia que les quería comentar, la de una frase que escuché repetida en dos ocasiones, en dos ámbitos diferentes —no importa ahora cuáles, no es mi intención escrachar a nadie, y por otra parte se trata de algo que circula en el discurso corriente, en el disco-corriente que nuestra comunidad se esfuerza en que siga girando—, fue: "el psicótico no ha accedido a la castración", aserto del que parecía poderse deducir, con el frío e impersonal encadenamiento de la lógica, una serie de consecuencias clínicas y doctrinales...
Bueno, pongamos un poquito en juego la pasión de la ignorancia que debería definirnos, construyamos por retazos, aunque más no fuera, el marco necesario del no saber donde podríamos recibir o inventar algún saber inédito. En esa frase del discurso corriente, me parece, hay varios supuestos problemáticos. Tendríamos que pensar si, aun manteniendo la tesis de 1958, me refiero a la tesis de "la forclusión del Nombre-del-Padre en el lugar del Otro", y con ella la del "fracaso de la metáfora paterna, donde designamos el efecto que da a la psicosis su condición esencial, con la estructura que la separa de la neurosis",(4) tendríamos que pensar si es verdaderamente lo mismo metáfora paterna y castración. Ya llegaremos a eso. Ahora, y simplemente para seguir con este ejercicio de limpieza, digamos, que consiste en contraponer la manera en que se entiende habitualmente la teoría con algunos dichos de Lacan —no crean que este procedimiento me parezca inobjetable, como les decía, es un ejercicio de limpieza, es abrir las ventanas para que entre aire fresco—, les digo que cuando escuché esta frase referida a la falta de acceso a la castración en el psicótico, a ambos interlocutores les recordé la primera frase del escrito «La significación del falo», que es un texto del mismo año que el de «De una cuestión preliminar...», es unos meses posterior. Esta primera frase, que guardaba en mi memoria con su página, 665, en ocasión de un grupo de estudio que coordino actualmente sobre ese escrito, dice, con tan poco lugar para el equívoco:
Es sabido que el complejo de castración inconsciente tiene una función de nudo.
1º. en la estructuración dinámica de los síntomas en el sentido analítico del término, queremos decir de lo que es analizable en las neurosis, las perversiones y las psicosis;(5)
Las psicosis, lo analizable de las psicosis, sus síntomas en el sentido analítico del término, no están por fuera de la función estructurante del nudo constituido por el complejo de castración inconsciente.(6) ¿A ustedes les parece que esta frase puede darse vuelta de tantas maneras como para que en alguna parezca decir algo distinto que lo que dice?

EL TOPICO DE LA PSICOSIS

Segundo punto. Un obstáculo que se nos presenta, más allá de la experiencia que podamos tener con pacientes psicóticos, es la función en el discurso, no sé si analítico, no, digamos: de los psicoanalistas, del psicótico como tópico. Se va a entender mejor si lo digo de otra manera.
Cuando queremos poner el acento en determinada cosa, por ejemplo en qué es el deseo, solemos valernos del tópico del "animal", y decimos así que "el animal vive en armonía con su medio", que "su instinto es un saber suficiente del objeto", y cosas por el estilo — pero, ¿qué sabemos nosotros del animal? ¡No sabemos ni medio! ¿Acaso alguien analizó un animal, alguna vez? ¿Para qué nos sirve, en la didáctica, digamos, hablar del animal? Para ir destacando, por contraste, las cosas que sí podemos saber: que el deseo es el deseo del Otro, que el deseo no es la demanda ni es la necesidad, que la pulsión no es el instinto, que el lenguaje desbarata cualquier armonía que se pueda imaginar entre el hombre y su medio, entre el microcosmos y el macrocosmos, y aun la armonía entre el hombre y él mismo... lo que es la definición básica del sujeto: que uno nunca hace uno consigo mismo. Bueno, de la misma manera, muchas veces "el psicótico", al igual que el animal, es empleado como tópico, para destacar algunos rasgos de la estructura de la neurosis... con el precio que se paga inevitablemente, el de congelar "el psicótico" en una imagen... y esto independientemente de que, por suerte, no siempre se procede con él de acuerdo a esta imagen en el encuentro diario.
Lo que trato de decir es que este empleo del psicótico como tópico nos traba la reflexión respecto de la práctica diaria, la reflexión sobre lo que efectivamente hacemos, no sobre lo que creemos hacer, o sobre lo que creemos que deberíamos hacer cuando no lo hacemos, sino la reflexión sobre lo que efectivamente hacemos en ese encuentro diario. Nos encontramos con un paciente que nos dice "Me siento observado, mirado, creo que me dicen puto, no estoy muy seguro", y ahí, en lugar de detenernos en ese "no estoy muy seguro", aplicamos el "clisé" del tópico y declaramos: "es la certeza psicótica", puesto que, según parece, el psicótico no duda. El psicótico no podría ser cartesiano. Y además, como no duda, no duda nunca... hace siempre uno consigo mismo... a lo mejor es por eso que no se lo dice sujeto.
En relación a este punto me parece importante, aparte de lo que pueda decir en este primer momento, insistir en el valor que otorgo al sistema que hemos instaurado, es decir que, luego, va a haber una presentación clínica. No para ejemplificar lo que pude haber dicho en la primera parte, porque en principio no están coordinadas las dos cosas. Sí, yo le doy una primera leída al material que se presenta, pero este material no está seleccionado en función de lo que hablo en la primera parte de la reunión... lo que por otra parte me sería imposible planificar, porque en general no sé de qué voy a hablar hasta unos pocos minutos antes de la misma. Lo resuelvo mientras tomo mi mate de la mañana. Esa segunda parte de la reunión viene para que la clínica, que es siempre del caso, no de la generalidad, nos saque de esta tendencia, tanto mayor cuanto menos conocemos de qué se trata, a generalizar.

"CLINICA" Y "TEORIA"

Y a propósito, otra cosa que se repitió. Me lo preguntó un grupo de gente, y me lo volvieron a preguntar el lunes pasado, en el seminario que estoy dictando sobre la transferencia,(7) en la Escuela. Me preguntaban: "¿qué Seminario de Lacan nos conviene leer a nosotros, que queremos leer algo que tenga que ver con la clínica?". Y en el seminario sobre la transferencia una persona me decía: "bueno, estos textos de Freud que estamos viendo, me gustaría ver cómo aplicarlos a la clínica".
Como si hubiera la idea, que me parece también importante revisar, de que la teoría es una cosa, que la clínica es otra, y que, en todo caso, la dificultad estaría en cómo aplicar la teoría a la clínica, cómo encajar el caso en la teoría, cómo valerse de los elementos conceptuales, nocionales, que proporciona la teoría, para la práctica de todos los días.
Les quiero decir a ustedes lo que respondí a estas personas, porque pienso que esta preocupación no es exclusiva de estas personas, es una preocupación bastante compartida. Se los voy a decir así. Hace muchos años había un psicoanalista, un didacta de la APA, creo que Liberman, que escribió un libro bastante lamentable no obstante algunos hallazgos que evidenciaban una buena dosis de experiencia, pero lamentable por su intento de articular el psicoanálisis con la teoría de la comunicación, como si este autor no se hubiera dado cuenta que los fundamentos respectivos son absolutamente incompatibles. Pero no quería hablarles de esto. Lo que quería contarles era una observación bastante interesante de este autor. Decía así: si alguien que no formara parte de la escena transferencial escuchara por medio de algún dispositivo las palabras y los silencios que se intercambian entre analista y paciente, no entendería absolutamente nada de lo que allí ocurre, diría "esto es un diálogo de locos". Es decir, al no formar parte de la escena transferencial, se carece del acceso necesario para poder entender qué es lo que se dice, o lo que se calla.
Ahora bien, les digo lo siguiente. La teoría psicoanalítica, los textos de Freud y de Lacan, incluso los más abstactos, los que parecen más abstractos, no tienen pies ni cabeza si no hablan de lo que hacemos cada día en nuestros consultorios, son una pérdida de tiempo. Si se trata de leer, hay novelistas, ensayistas, mucho más interesantes. Como cosmovisión, el psicoanálisis es muy pequeño, muy chiquito, incluso delirante. Fuera de la experiencia, el aporte de saber de la teoría psicoanalítica no sé si tiene más valor que cualquier delirio, salvo en su capacidad de hacer lazo social entre, entonces, esos delirantes que serían los psicoanalistas y sus pacientes, no sé si tiene más valor que cualquier doctrina de secta, digamos.
Entonces, me parece que la manera correcta no es ir a ver... a ver qué dice Freud de la represión primaria, que es una fijación del Vorstellungsrepräsentanz de la pulsión, y luego ver cómo articular eso con lo que escuchamos y decimos en la práctica con el paciente. Sino, al revés, se trata de ir a leer el texto con la suposición de que el texto está hablando, a su manera, de la experiencia diaria, porque fue así que fue escrito. Que no es que hay que entender lo que escribió Freud o dijo Lacan para ver después cómo lo aplico, cómo lo aplico en la práctica, sino que, en verdad, si no lo pienso desde la práctica, por más abstracto que parezca, en verdad no he entendido nada. Los planteos aparentemente más abstractos obedecen a modos de reflexionar sobre un problema diario. ¿Se entiende la idea?
Bien. Aunque trato de evitarlo, siempre termino yéndome por las ramas... a lo mejor porque en este seminario estoy de una manera más deliberada en posición analizante.

LA TRI-PARTICION NEUROSIS-PSICOSIS-PERVERSION
Y LOS MECANISMOS DE DEFENSA FREUDIANOS

Hoy quería abordar, a partir de las preguntas que he recibido, una de estas "pequeñas ideas" que erigimos los psicoanalistas como "barreras protectoras". Lamentablemente, me detuve demasiado en lo anterior, y no vamos a terminar hoy con eso... No importa, tenemos tiempo. Tenemos tiempo porque lo importante, al menos para mí... Ya se los dije, no les quiero desarrollar ninguna doctrina. Simplemente, me ofrezco —me ofezco y además demando, por eso les agradezco que hayan venido nuevamente— me ofrezco a sostener este espacio para que podamos mantener la interrogación en un campo donde, por no saber nada, lo cubrimos con elucubraciones de saber. Entonces, una de las "pequeñas ideas" que los psicoanalistas levantamos como muro, y que nos dejan en una posición psiquiátrica, no importa la jerga que empleemos, es la cuestión del mecanismo, los mecanismos de defensa. Sobre todo en la medida en que son entendidos con una perspectiva mecanicista.
La vez pasada yo les leí una frase un poco larga de Lacan, que tenía el valor, simplemente, de una especie de bomba para derribar el muro — no la desarrollé, pero no se las había traído para eso, al menos no todavía, sino simplemente para la función erística que le dí: por lo menos sabíamos que, a partir de esta frase, que esta frase era de Lacan, que no es de... Bien, yo les dije la vez pasada: "identifiquémonos al psicótico", hoy les estoy diciendo "seamos un poquito psicóticos" en este espacio, salgamos del discurso corriente, permitámonos, aunque sea por esta hora y media, ser psicóticos, poner en suspenso la significación corriente... Pero les decía, no es que me "broté", sino que es una frase de Lacan. En todo caso, luego se verá si Lacan tiene razón, lo discutiremos, pero ese dicho no viene de la estratósfera. Y lo que pudimos leer en esa frase era que Lacan, si bien retomaba la famosa y clásica tri-partición entre neurosis, psicosis y perversión, en esa frase planteaba él estas tres "estructuras", como se dice, como "caras" de una estructura normal... que es una, y que cuenta, entre sus componentes estructurales, todas estas cosas que suelen aparecer en el discurso corriente en defecto cuando se habla de la psicosis: el rasgo unario, el significante de una falta en el Otro, el fantasma, el deseo, el sujeto, la transferencia...
Hoy les quiero leer otra frasecita, una paráfrasis, en verdad, del Seminario 12, sobre los Problemas cruciales para el psicoanálisis. Poco a poco voy acotando el margen, alrededor del tema donde creo que voy a tratar de centrarme, que es el escrito «De una cuestión preliminar a todo tratamiento posible de la psicosis». Es decir, estoy poniendo en suspenso algunas cosas, que he trabajado en otro momento, que me sirven a mí de marco. Por ejemplo, la necesidad de revisar la noción de forclusión, la necesidad de revisar la psicosis como resultado de una forclusión del Nombre-del-Padre (8)... Las dejo un poco en el margen, para tratar de abordar, incluso con la noción de forclusión del Nombre-del-Padre, que aun así podemos construir una clínica que no sea una clínica del defecto.
En el Seminario sobre los Problemas cruciales para el psicoanálisis, Lacan propone definir al síntoma, darle su estatuto al síntoma, como "definiendo el campo de lo analizable".(9) En ese punto, eso está en continuidad con la frase que les recordé recién, del comienzo de «La significación del falo», ¿no es cierto? El síntoma, o sea: "en el sentido analítico del término, queremos decir de lo que es analizable". Dice entonces Lacan que darle su estatuto al síntoma como definiendo el campo de lo analizable, esto diferencia al síntoma tal como es aislado en el campo psiquiátrico, el cual da al síntoma un "estatuto ontológico". Ontológico quiere decir: es lo que es. En ese sentido, la nosografía comporta una ontología — acá no quiero derivar, pero alguna vez haremos un repaso por lo que plantea Lacan, en el Seminario 20, respecto de la relación entre el discurso del amo y el discurso metafísico, ontologizante, en la medida en que ambos se basan en el uso del verbo ser(10) — y esto es lo que hacemos, ontología, metafísica, cada vez que hacemos nosografía, cada vez que decimos "Fulano es... un psicótico, un obsesivo, un histérico, etc." — perdemos la singularidad del caso, y perdemos, fundamentalmente, el tiempo, porque la metafísica está fuera del tiempo, y perder el tiempo es perder —"perder el tiempo" no en el sentido en que solemos usar esta expresión— es perder la dimensión transferencial, porque la transferencia es el tiempo del caso. Cuando revisemos la fórmula de la transferencia que Lacan proporciona en la «Proposición del 9 de octubre de 1967...», vamos a ver que la transferencia es el tiempo de espera del significante cualquiera por venir...
Bien, darle su estatuto al síntoma como aquello que define el campo de lo analizable, implica, para Lacan, que "en el síntoma mismo hay la indicación de que ahí es cuestión de saber". El síntoma transporta algo consigo, que es la indicación de que ahí hay algo para saber. Ustedes me dirán: "no todos". Es cierto, no todos. No todos los síntomas. Están los síntomas de los neuróticos que no nos consultan. Veremos que hacemos con ellos... O mejor dicho, con ellos no hacemos nada, justamente porque no nos consultan.
Esta indicación de la que es portador el síntoma, de que ahí es cuestión de saber, explica lo que va a decir Lacan en esa época: que "el psicoanalista completa el síntoma"... paso ineludible para asertar que la clínica psicoanalítica es una clínica transferencial.(11)
Ahora bien, en relación a esta posición del síntoma como portador de una indicación de que ahí es cuestión de saber, Lacan vuelve sobre los tres tipos clínicos consagrados por el uso. Yo me preocupo por señalar estos párrafos porque muchas veces, cuando yo me pongo a cuestionar los "mecanismos", siempre me sale al paso la réplica: "¿Pero entonces vos creés que la neurosis es lo mismo que la psicosis?". No, no es eso lo que estoy diciendo. No es que estoy en contra de la "clínica diferencial", como se dice. Lo que me parece es que esas diferencias no pasan por los lugares por donde se dice.
Entonces, fíjense, lo que nos plantea ese Seminario sobre los Problemas cruciales... En cuanto a la paranoia, Lacan afirma que lo que recibe el paranoico es el signo de que en alguna parte se sabe lo que quieren decir esos signos, que él no conoce. Así, la psicosis sabe que existe un significado, pero en la medida en que no está segura de él en nada...
No importa, ahora, qué quiere decir exactamente esta frase —para acercarnos a eso deberíamos restituirla a su contexto—, lo que me interesa es su poder evocativo: "lo que recibe el paranoico es el signo de que en alguna parte se sabe lo que quieren decir esos signos, que él no conoce". "La psicosis", insiste Lacan, "sabe que existe el significado, pero en la medida en que no está segura de él en nada"...
No sé si se dan cuenta de que esa suposición de "que en alguna parte se sabe lo que quieren decir esos signos, que él no conoce"... ¿se dan cuenta de que esa suposición es muy parecida a la suposición freudiana que lo lleva a instaurar la regla fundamental del psicoanálisis?(12). Cuando Freud en el capítulo final de los Estudios sobre la histeria, el capítulo titulado «Sobre la psicoterapia de la histeria», decía: "cuando el paciente dice que no sabe, yo supongo, e insisto, que él, en alguna parte, sabe" — a lo mejor, esta similitud entre el discurso paranoico y el discurso psicoanalítico explique algo de la dificultad que tienen para encontrarse, a lo mejor parecen incompatibles precisamente porque, en cierto sentido, y hasta cierto límite, operan en la misma línea... Bueno, dejo esto para otro día.
En cuanto a la neurosis, dice Lacan, "está implicado, en el síntoma original, que el sujeto no llega a saber"; "no se tiene la llave —o la clave, la palabra francesa es la misma— sino la cifra".
En cuanto a la perversión, "su estatuto está estrechamente ligado a algo allí que se sabe, pero no se puede hacer saber. El deseo se situaría para el perverso en la dimensión de un secreto poseído".
Insisto. No importa ahora establecer qué quieren decir exactamente estas frases. Lo que me interesa ahora es poner de relieve lo siguiente. Al definir al síntoma, al darle su estatuto al síntoma, como definiendo el campo de lo analizable, en tanto portador de la indicación de que ahí es cuestión de saber... la tri-partición de marras, la clínica diferencial, que parece desvelar a los practicantes más que la cuestión de poner de relieve su lugar en el discurso que les es dirigido, Lacan la establece en función de las distintas posiciones del sujeto en relación al saber, dicho de otro modo, por una repartitoria según la cual:
— "en algún lugar se sabe"
— "no se llega a saber"
— "se sabe pero no se puede hacer saber"
O, si quieren, y con los riesgos de hacer imagen:
— en la psicosis el Otro sabe, hay saber, pero el paranoico no sabe en qué consiste
— en la neurosis el sujeto no llega a saber, pudiéndose extremar la cosa hasta decir que no quiere saber
— en la perversión hay saber, pero no se puede hacer saber.(13)
¿Se dan cuenta de que plantear la clínica diferencial en estos términos de la relación del sujeto con el saber, es decir, transferencialmente, es muy distinto a plantear la clínica en términos de "mecanismos"? Y más cuando, con estos mecanismos, se pretende establecer una relación bi-unívoca, y entonces, lo clásico:
represión — neurosis
renegación — perversión
rechazo — psicosis.
Mi objetivo, hoy, era indicarles que esta tri-partición, en estos términos, no se sostiene para nada, ni en Freud, ni en Lacan.
Les voy a decir algo que... no sé si es cierto... en todo caso tómenlo como un testimonio de mi parte, como mi manera, a partir de unos pocos elementos, de explicarme cómo entró en nuestro medio, y de una manera tal que ya forma parte del saber adquirido —en el sentido de que lo que funciona como saber adquirido ya no es más cuestionado, sino que funciona como piso para formular otras cuestiones—, esta idea de que habría una relación bi-unívoca entre tres "mecanismos" y tres "estructuras clínicas". Traje conmigo hoy, porque ya me había servido de él en otra ocasión,(14) el testimonio de un psicoanalista porteño, David Kreszes, quien escribió un artículo sobre la Verwerfung con unas tesis y una argumentación de las que no podría decir que yo comparto en todos sus términos,(15) pero que contiene no obstante un par de afirmaciones que sí comparto, que me parece interesante transmitirles, porque tienen, digamos, un valor histórico. Nada más comenzar su texto, David Kreszes escribe lo siguiente:
Es conocida la afirmación que atribuye a Lacan el haber delimitado con precisión una teoría y una clínica de las estructuras subjetivas. Esta conceptualización de Lacan habría surgido de la lectura atenta de los textos freudianos y del encuentro en ellos de tres estructuras abarcativas de la clínica freudiana: neurosis, psicosis y perversión.
Lacan le habría dado de esta manera nueva consistencia a una clínica devastada por las teorizaciones de los posfreudianos quienes, al no disponer de las coordenas simbólicas indispensables que les hubieran permitido reconocer dichas estructuras, navegaron y navegan en un continuum clínico a partir del cual se describió la cura de la psicosis, la psicotización de pacientes obsesivos, la esquizofrenización de la histeria, etc. La teoría lacaniana, entonces, habría puesto las cosas en su lugar...
Salteo un poquito, hasta donde este autor escribe:
Llegadas las cosas a este punto no extrañó que se afirmara que el psicoanálisis produjo la culminación de la psiquiatría clásica. Por un lado, en el sentido de la liquidación del movimiento psiquiátrico que tuvo como principal exponente a Kraepelin, pero además, en el sentido de que el psicoanálisis habría realizado el ideal psiquiátrico de cuadros perfectamente establecidos sobre bases científicas, como así también la implementación de una técnica terapéutica de la que carecía la psiquiatría.
El acuerdo implícito o explícito con estas tesis produjo una nueva psiquiatrización del psicoanálisis, esta vez bajo el amparo de los significantes lacanianos...
Es decir, en este artículo, David Kreszes describe una situación de hecho, que, efectivamente, hace veinticinco, treinta años, era efectivamente así, tal cual la describe. En el auge del kleinismo, un poco antes de la introducción fuerte del lacanismo en la Argentina, todo era todo y cualquier cosa: debajo de una histeria había una neurosis obsesiva, debajo una fobia, debajo una paranoia, y debajo de la paranoia algo peor, porque estaban los núcleos simbióticos, glishcocáricos, aglutinados, en fin, cosas que no sé si todavía se siguen estudiando en la Facultad de Psicología. Pero donde todo era todo y cualquier cosa.
Bueno, yo lo que puedo decir como testimonio — no sé si es cierto esto que digo, es mi manera de explicarlo, porque si no, no entiendo como entró esta tri-partición fundada en una relación bi-unívoca entre "mecanismo" y "estructura". Ustedes saben que el psicoanálisis lacaniano entró en la Argentina por la vía de Oscar Masotta, de quien fui alumno —por eso digo que, aunque no sé si las cosas ocurrieron como las voy a decir, al menos fueron para mí tal como puedo testimoniar de ello—, y Masotta, recuerdo, para poner una especie de "parate" a esto que David Kreszes califica de "continuum", y al final de exponer sus comentarios referidos a una serie de artículos de Freud dedicados al complejo de Edipo, en su programa —del que por cierto no fui el único en valerme, con mis primeros alumnos, salvo que yo solía decir que ese era "el programa de Masotta", cosa que no todos confesaban—, al final de esa serie de textos sobre el complejo de Edipo, él intercalaba una suerte de paréntesis destinado a definir lo que él denominaba modos de defensa constitutivos.
Lo que estaba en cuestión, insisto, era introducir algún criterio "estructural" —palabra más prestigiosa entonces que ahora— en la clínica que circulaba en ese momento. Así, lo que no sé hasta qué punto fue su invento, pero que seguramente él difundió entre nosotros, y que tiene todavía su vigencia incluso entre quienes no lo conocieron, consistía en relacionar bi-unívocamente las tres estructuras clínicas clásicas —neurosis, psicosis y perversión— con tres mecanismos de defensa específicos.
A estos mecanismos, los introducía luego de una serie de consideraciones que funcionaban como supuestos de dicha introducción, y voy a repetirlos tal como los recuerdo —tengan en cuenta que esto fué hace veinticinco años, aunque es cierto que esto lo he repetido a menudo—. Estos supuestos eran, palabras más, palabras menos, los siguientes:
1) En el libro de Anna Freud, El yo y los mecanismos de defensa, y más allá de las intenciones de esta autora, se ve claramente que no todos los mecanismos de defensa tienen el mismo estatuto, algunos son más fundamentales. Así, no podemos legítimamente colocar, en el mismo rango, la represión, que tiene un lugar central en la obra de Freud, y la así llamada "identificación con el agresor". Es decir, que había que establecer como una suerte de jerarquía entre estos mecanismos de defensa, y él proponía que había algunos —no lo proponía en el aire, obviamente, algo hay, en Freud y en Lacan, que se presta a eso— proponía que había algunos que tenían un valor singular, que no eran un mecanismo más, un mecanismo entre otros, como los otros, sino que a estos, destacados del resto por su presunta función estructural, estructurante, por el papel especial que desempeñaban, él proponía llamarlos modos de defensa constitutivos. Es decir, no sólamente desempeñaban su papel como un mecanismo de defensa, sino que, más que "mecanismos", y por eso "modos", "modos de defensa", eran "constitutivos", en la medida en que constituían una estructura clínica. Y a partir de ahí establecía esta correlación entre un modo de defensa constitutivo y una estructura: represión para la neurosis, renegación para la perversión, rechazo o forclusión para la psicosis.
2) En cuanto al segundo supuesto del que él se valía, era el de —recordemos la época: como tantas otras cosas, algunas seguían llegando tarde— la primacía de lo simbólico (por supuesto, no se tenían noticias del nudo borromeo, que Lacan estaba desplegando en esos momentos, en su Seminario), y, dada la primacía de lo simbólico, la importancia del significante... y dentro del significante hay uno, muy especial, dado que es ese "significante destinado a designar en su conjunto los efectos de significado, en cuanto el significante los condiciona por su presencia de significante",(16) es decir, el significante fálico. Entonces, deducción: estos modos de defensa constitutivos, si son constitutivos, no es sólo por su importancia, sino por aquello a lo que se dirigen: son modos de defensa constitutivos en relación al falo y a la castración.
Bueno, ya les digo, no sé si esto fue un invento de Masotta, y tampoco él lo ofrecía como un invento, sino como lo que él leía en el texto de Freud, o como lo que él leía que Lacan leía en el texto de Freud —de lo que estoy seguro es que las primeras camadas de lacanianos de la Argentina, en su inmensa mayoría sus alumnos, se formaron con este esquema, a partir de esta transmisión—, y como algo que nos permitía salir de lo que David Kreszes llamaba "el continuum", y que tenía un valor heurístico muy importante... y erístico también, puesto que servía para discutir con los kleinianos, que entonces dominaban el mercado.
El problema es que esta tri-partición, tal como hoy funciona en el discurso corriente, como relación bi-unívoca entre mecanismo y estructura clínica, no está así, ni en Freud, ni en Lacan, y que, precisamente por formar parte del saber adquirido, conviene que la cuestionamos, en la medida en que este saber adquirido nos deja ante un impase en relación a la psicosis.
En Freud, la represión está en todas las estructuras clínicas. ¿Se entiende, esto? Digamos, ¿les suena? Sin embargo, la pendiente natural parece ser la de la ecuación represión = neurosis. Y cuando se lee un caso de psicosis, en Freud, se lee la palabra "represión"... pero allí parece operar entonces algo análogo a la Verwerfung, quiero decir: se procede como si esa palabra no hubiese sido leída jamás. Pero si uno no lee a Freud de la manera que Lacan llama "sorda",(17) no puede menos que comprobarse que la represión está en las tres, así llamadas, "estructuras clínicas". Más aún, el primer tiempo de la represión, el que antecede al segundo de la represión propiamente dicha y al tercero del retorno de lo reprimido, el tiempo que Freud llama de fijación, luego denominado represión primaria, aparece por primera vez en el transcurso del Caso Schreber.(18)
En cuanto a la renegación... Acá es conveniente poner en el pizarrón los términos en alemán, porque hay distintas traducciones. Con la traducción de López Ballesteros en la edición de Biblioteca Nueva es imposible saber a qué atenerse. López Ballesteros tiene un valor: nos recuerda que Freud era un buen escritor. Es un placer leer esa traducción, pero cuando uno lee allí la palabra "represión", nunca puede estar seguro de que en ese punto Freud haya escrito Verdrängung. O sea que habría que hacer el esfuerzo de leer las dos traducciones. La traducción de José Luis Etcheverry es horrible desde el punto de vista estilístico, es un texto pesado, pero por lo menos uno sabe que cuando ahí uno lee la palabra "represión", la palabra que Freud escribió en alemán es Verdrängung, que cuando ahí se lee "desmentida", eso equivale a lo que los traductores al castellano del Diccionario de Psicoanálisis de Laplanche y Pontalis han vertido por "renegación", es decir, la palabra alemana Verleugnung, y que cuando ahí uno lee "desestimación", la palabra alemana es Verwerfung, que también se suele traducir por "rechazo" o "repudio". Entonces:
Verdrängung — represión
Verleugnung — renegación o desmentida
Verwerfung — rechazo, repudio o desestimación — ¿forclusión?
Bueno, como quiero dejar tiempo para el caso que hoy nos va a presentar Patricia Paoli, les dejo algo así como una idea sumaria, pendiente de que lo retome la vez que viene, sin irme tanto por las ramas.
El mecanismo de la Verleugnung, Freud lo describe también en las tres estructuras clínicas. No solamente no lo reduce a su función en la perversión, sino que, por ejemplo, en «La organización genital infantil», de 1923, la Verleugnung de la castración es un momento normal de la fase fálica. Lo mismo afirma en «El problema económico del masoquismo», de 1924, y en «Algunas consecuencias psíquicas de la diferencia anatómica entre los sexos», de 1925. Con el agregado, en este último texto, de que este mecanismo de la renegación, de la Verleugnung, no es raro ni peligroso en la infancia, pero llevaría a una psicosis —subrayo— en el adulto. Freud emplea la palabra Verleugnung más a menudo para referirse a la psicosis que para referirse a la perversión. Incluso, en el texto sobre «Neurosis y psicosis», de 1924, Freud plantea que cierto grado de "spaltung del yo" —condición asociada a la Verleugnung— es uno de los recursos que posee el yo para no "enfermar".
Donde la Verleugnung sí aparece bien tramada con la perversión, en Freud, es en su artículo sobre el «Fetichismo», de 1927 — y por extensión puede ligarse este "mecanismo" a otras perversiones de corte fetichista, como el exhibicionismo, el voyeurismo, el travestismo, algunas formas de la homosexualidad masculina, los "cortadores de trenza" —no sé si siguen existiendo, ahora que las mujeres, en general, no usan trenzas—, pero no es tan sencillo de articular con otras como el sadismo o el masoquismo.
En cuanto a la Verwerfung —y aquí termino por hoy—, su empleo por parte de Freud merece que le sigamos un poco la pista. Digamos que la manera en que este término es retomado por los lacanianos encuentra su apoyo en sólo dos textos de Freud: el temprano artículo sobre «Las neuropsicosis de defensa», de 1894, cuando introduce este término para distinguir el destino de la representación que implica, del destino que la misma sufre en la Verdrängung, sea en su modalidad histérica —debilitamiento de la representación, conversión del monto de afecto en inervación somática—, sea en su modalidad obsesiva —debilitamiento de la representación, desplazamiento del monto de afecto a otra representación—, y luego en el texto sobre El Hombre de los Lobos, «De la historia de una neurosis infantil», escrito en 1914 y publicado cuatro años más tarde, en relación a la castración. Esto lo dejo para la vez que viene.
En cambio, no emplea la palabra Verwerfung cuando habla de Schreber. En el Caso Schreber aparece otra palabra alemana, Aufhebung, un término bastante importante en el hegelianismo y sobre el que hizo interesantes comentarios Jean Hyppolite en el Seminario de Lacan sobre Los escritos técnicos de Freud.(19) Se suele traducir esta palabra por "superación", aunque Etcheverry, en su traducción del texto de Freud, la traduce por "cancelación".

LA CLINICA EN SU SINGULARIDAD

Vamos a pasar ahora a lo que convinimos como segunda parte de cada reunión, la exposición de un caso clínico de psicosis o que, al menos, plantée una duda diagnóstica en relación a la psicosis. Luego charlaremos entre todos. Hoy me extendí más de lo que hubiera querido, pero es porque creo que perdí un poco el tiempo al comienzo. También yo voy a tratar de ajustar más mi intervención a esta división en tres secciones, dado que en anteriores seminarios solía dividir las reuniones en dos. Los dejo ahora con Patricia Paoli, pero antes, les repito: la función nuestra no es, con este caso, con este relato que ella nos va a hacer, ni ejemplificar lo que ya he dicho, ni lo que voy a decir; tampoco se trata de una supervisión pública, ni lo que se suele denominar "ateneo clínico". Se trata simplemente, pero nada menos, de que el caso nos devuelva a la singularidad de la experiencia, de cada experiencia, a partir de lo cualpodamos retomar, con la mayor frescura posible, las preguntas que nos plantea la clínica a cada uno. No este caso, necesariamente, ni en primer lugar. Lo que espero de este caso, y de los que se presentarán en el futuro, es su poder evocador para la clínica de cada uno, de manera que en la tercera parte de cada reunión cada uno intervenga emitiendo sus opiniones, explicitando sus preguntas, las propias, dando testimonio de cómo se plantea cada uno sus cuestiones en el día a día de la experiencia. Ahora sí, el relato de Patricia Paoli.

PATRICIA PAOLI

paciente
Fabio, 22 años.
Tiempo de tratamiento: 2 años, con una interrupción de 4 meses.

de los inicios de un tratamiento
Fabio es derivado a tratamiento psicológico en Consultorios Externos del Hospital Esteves por un psicólogo de este servicio que atiende a su madre. Se encuentra en tratamiento psiquiátrico desde un año atrás con sucesivos abandonos durante ese tiempo. En la primera entrevista dice: "Yo vengo a ver a la Dra. una vez por mes. Empecé porque había tenido un problema en las vacaciones y me había perdido... Me fui con mi novia a la costa, tuve un problema con ella, me puse mal. Me pasaron un par de cosas extrañas, ni yo sé si son extrañas... Por el miedo las vi así. Fue en el 94, algo así... emocional, alguien me hacía hacer cosas. No era yo. Alguien me hacía caminar, como si fuera una marioneta. Era yo, como que caminaba, sentía cosas en la cabeza y en las manos". "La primera vez la Dra. me vio por guardia. Estaba re-mal, pesaba 50 kg., estaba destruído. Yo me acuerdo de todo, de cosas que no sé por qué pasaron. Cosas personales, que las dejo como están" —¿Cosas personales?— "Después no entendía nada. Llegué a sentir un montón de cosas. Ahora ya pasó, fue un choque emocional, más lo emocional que lo otro, lo que me pasaba. Ya venía mal de antes. No era el de antes, era como que no me quería, tenía bronca conmigo mismo" —¿A qué te referís cuando decís "más lo emocional que lo otro"?— "A algo que no quiero contar, ya lo conté una vez en el hospital, él me dijo que intentara contarlo, que capaz que si hablaba con él me iba a sentir bien" —¿El?— "Había empezado con un psicólogo dos años antes por problemas, me sentía mal, destruído por un montón de cosas. Después estuve bien, me fui de vacaciones y me pasó esto".
Le pregunto cómo se siente en ese momento y dice: "A veces me agarra... No, bien, dentro de todo. Mamá sacó el turno, capaz que me ve mal, cuando me pasó eso cambié completamente. Yo siempre fui... tenía mucha personalidad, ahora me está volviendo".
Refiere vivir con sus padres y dos hermanos menores, que en su casa el único problema es que su padre no trabaja, "la única que labura es mi vieja. Con mi viejo, no es que me tiene bronca, con todos se lleva mal. Con papá hay cosas que de repente no van, él está mal por lo del trabajo y todos estamos mal".
Sobre la idea de empezar un nuevo tratamiento, dice: "para sacar cosas, para ver por qué me sentía mal, yo sé que era porque yo quería, no por culpa de los demás" —¿Cómo es ésto?— "Me pongo mal por las peleas dentro de casa o por discusiones. Yo en esa época (del tratamiento anterior) trabajaba, estaba bien, tranquilo, perdí el trabajo porque me medicaron mal, se me dormía el mentón. Capaz que no fue por eso, capaz que trabajaba mal".
Durante esta entrevista, al escuchar el relato de esas vacaciones, me doy cuenta que había sido yo quien lo atendiera por guardia, junto con la médica que lo atiende a partir de entonces. Recuerdo que lo traía su padre quien manifestara que su hijo se había perdido en las vacaciones, encontrándolo la policía y que no sabían qué le sucedía, que lo llevaba a la guardia porque estaba muy preocu-pado. Fabio estaba en un estado de evidente perplejidad, no pudo ser entrevis-tado pues no podía decir nada, no respondía ninguna pregunta.
En el transcurso de las primeras entrevistas, a las que concurre muy irre-gularmente y casi siempre fuera de horario, se limita a hablar de sus estudios, quiere rendir las tres materias del secundario que le quedan para estudiar geografía, de su curso de computación, de su necesidad de trabajo: "es lo que más me preocupa, mi viejo se sintió mal, a él le gustaba trabajar". Durante ese tiempo debí limitarme sólo a escucharlo y tomar nota, pues cualquier pregunta era respondida en términos tales como: "¿Por qué me pregunta eso?" o con silencio, mirándome fijamente. En una entrevista concurre con la cara golpeada y dice: "Salté porque le pegaron a mi primo en un boliche, nosotros no queríamos pelear, estaba ciego, enojado. Ellos eran veinte, nosotros cinco. Uno tenía un revólver, me metí en el boliche. Eran de Lomas, nosotros de Temperley, siempre hay rivalidad entre los de Temperley y los de Lomas".
Luego de ausentarse por varias entrevistas retoma el tratamiento, dice es-tar mejor que antes, "más decidido, con confianza, más fuerte, estuve pensando que tengo que hacer cosas. Si no cambio me voy a sentir mal. Se me pasó el miedo que tenía, por el miedo que tenía no podía hacer cosas... Mis amigos me dicen el extraño, yo no sé si soy extraño. Me pasaron cosas raras... Esto no te lo conté nunca, escuchá: lo que te conté de la costa, me saludaban todos, me regalaban cosas, leche chocolatada, cigarrillos, no me conocían... Otra cosa extraña, escuchá esto: había chiquitos escuchando música, se estaba abriendo el mar, todos se iban... Escuchaba mensajes, gente que decía cosas: andate, te están buscando, tu tía. Andate que tu mamá está llorando. Sentía cosas por todo el cuerpo, alguien me manejaba, algo sobrenatural... no podía ser" —¿Por qué decís "no podía ser"?— "Porque yo no soy un video para que me manejen".
Luego de esta entrevista concurre la madre solicitando hablar conmigo sin que su hijo se entere, pues está muy preocupada por él; accedo a este pedido por única vez. Creo oportuno transcribir algunos pasajes de esa entrevista. Dice: "Después del shock emocional en la Costa tenía la idea de que se tenía que ir a algún lado, que para qué quería la vida. No sé si fue producto de la droga [Fabio había empezado el tratamiento anterior por consumo de drogas]. En ese momen-to el padre le había conseguido un trabajo que a él no le gustaba, empecé a notar el cambio de actitud, se llevó cuatro materias porque decía que no le daba la ca-beza. Empecé a sospechar de drogas. «No le digas a papá que fumo», me dijo. En ese depósito donde trabajaba se la daban. Ahí empezó con delirios, que se quería matar, no sé si fue producto de la droga o al ser descubierto que se dro-gaba. Yo lo llevé al psicólogo no exactamente por la droga sino porque se quería suicidar. Y pedí un turno para mí. Empecé terapia para engancharlo a Fabio. ¿Qué iba a hacer, dejar que se lo tiren a los chanchos?". Con respecto a lo suce-dido en la Costa dice: "Había decidido irse de vacaciones con la novia, lo llevaba mi cuñado en el camión porque él iba a trabajar allá. Le faltó dinero y lo culpó a Fabio. Se puso muy mal y se quiso bajar. Fueron a un camping y no hablaba, sólo decía que quería volverse. En la terminal desapareció y la novia se volvió sola, quien contó lo sucedido y a partir de ahí empezamos a buscarlo. Ahora veo que está mejor pero le quedaron secuelas" —¿A qué se refiere cuando dice "se-cuelas"?— "En los momentos en que hay enfrentamientos con el padre él se shockea, se queda mudo, dice que tiene una cosa en la garganta, que se le va la voz. Siempre le pasa con el padre, conmigo no. Lo de las drogas en las vaca-ciones de cuarto año le agarró ese pedo, que Fabio tenía que trabajar, le exigía que trabajara y estudiara, Fabio estaba como partido ".
La relación de su marido con Fabio la explica así: "Yo estaba embarazada cuando nos casamos, tenía 17 años. La madre de él le preguntó si estaba seguro si ese hijo era de él. La duda en la cabeza se la puso la madre. A los siete años de Fabio le dijo: «No sé si sos hijo mío, tuve que hacerme cargo». A los dos años de Fabio nos separamos porque me pegaba, a los 4 lo llevé al médico porque no escuchaba, la doctora me dijo que lo llevara al psicólogo porque era una sordera pasajera porque extrañaba terriblemente al padre. Volví con él por ésto...Tengo una conexión muy fuerte con Fabio a pesar de que lo rechacé. En esta vida que hemos convivido juntos, tuve una sobreprotección total con Fabio. No corté el cordón, si se muere él yo atrás con él. Los problemas de él me atan. Me olvido de Noelia y de Emanuel, sí, son hijos míos, pero mi obsesión es con Fabio. Me crié con él, no sabía cómo darle la teta".
En sus entrevistas Fabio continúa hablando de sus actividades, de sus sali-das, de sus amigos. Comenta cómo le afectan las cosas que suceden: las peleas en la calle, en los boliches, las noticias del mundo, las reacciones de su padre y su abuelo para con él, "siento un nudo en la garganta, no soy de enojarme, me pongo mal, triste...siempre se las agarran conmigo". Continúa: "Mi mejor etapa fue entre los 15 y 17 años, yo hablaba y no sólo cosas coherentes, cosas copa-das, cosas terribles, ahora no quiero, no es que no quiera, hay que ver la opor-tunidad... Hay gente que sabe y no es feliz, mi tía estudió tanto y para qué, no es feliz... Aprendés de la vida, aprendés de estudiar. Ahí está el problema, ése es el tema, yo puedo saber más que vos que estudiaste... No me entendés, mi vieja tampoco".
Luego de faltar a sucesivas entrevistas refiere haber presenciado el robo de una cartera a una anciana, hecho que le afectó muchísimo, habla durante toda la entrevista de ésto y de su "imposibilidad de hacer algo". Dice tener a partir de ésto la sensación de que algo va a pasar, "no sé, algo malo... cuando siento ésto después pasa algo..." —¿Algo?— "Algo, que todo va a cambiar, no sé, que van a pasar cosas". No puede precisar esto, su perplejidad es evidente. Decido aumen-tar la frecuencia de las entrevistas y a la siguiente dice: "Viste que te dije que algo iba a pasar, te cuento lo que me pasó, no me perseguí ni nada. Estábamos en el campo con mis amigos y aparecieron los del boliche, no pasó nada. Ahora estoy bien, tranquilo, ya se me pasó". En otra entrevista, a partir de comentar que un amigo suyo le pidió que vendiera un maletín con drogas que encontrara en el aeropuerto, comienza a hablar por primera vez de su consumo de drogas: "Yo consumí dos veces, no conviene para nada, al principio estás como inmunizado. Las dos veces no me acordé de nada de lo que había pasado. Un tiempo des-pués lo sentí, el olor se te impregna en el cuerpo, se te pega en el cuerpo" —¿Cómo es ésto, que se te pega en el cuerpo?— "El olor a químico, no sé si fue por eso, por la droga, que sentía cosas, no sé, no me gusta hablarlo mucho... Te puede levantar el ánimo. Probás para ver como te sentís. En esa época que te conté ("de lo de la costa") se me juntó todo, yo ya venía mal de antes". —¿De an-tes?— "Sí, pero en otra dimensión, capaz que te reís, no sabía dónde estaba. Lo bueno que saco de todo esto es que ahora estoy bien. Capaz que tenía miedo de perder cosas de mí, perder la capacidad". —¿Qué sería "perder la capacidad"?— "Llega un momento que te quedás como que no sabés quién sos. Estuve mal un montón de tiempo, en realidad cuando repetí cuarto año, no quiero escarbar más ahí, escarbando volvés otra vez a lo mismo... Después se complicó, en la costa estuve tres días sin saber dónde estaba, parecía que no respiraba pero igual ca-minaba. Cuando me pasó eso, capaz que yo estaba por palmar, me tenía que morir... o no, tampoco".
Más adelante, comienza a desplegar cierta ideación delirante y parece ha-ber un intento de construcción delirante que, luego de estabilizarlo, desaparece. Dice: "¿Te acordás de lo que te conté del campo, de la carpa?" (Cabe recordar que de ésto sólo había dicho en las primeras entrevistas: "aparecieron los de la pelea del boliche en el campo") Ahora agrega, con mucha dificultad: "Un flaco pasó hablando con otro y le decía: «si hubiera tenido balas hubiera disparado». Sabía que era para mí, me miraba. Junté las dos cosas, en el campo, cuando es-tábamos durmiendo en la carpa, escuché ruidos afuera, que gatillaban, alguien me llamaba, sabía que si salía me disparaban. Por lo de los equipos de fútbol, Los Andes y Temperley, por la pelea del boliche. Yo sé que algo va a pasar, ten-go la intuición, cuando lo digo, pasa. Tengo un sexto sentido. Una vez me asusté mucho porque escuchaba que hablaban... después me dí cuenta que venía de unos tipos que estaban hablando como a veinte metros. Me di cuenta que podía escuchar como a cien metros". Sobre esto que escuchaba dice: "hablaban pava-das". Con la vista le sucede algo similar, puede ver cosas que nadie puede ver. Dice sentirse perseguido, que lo miran, sabe qué hacer con respecto a ésto pero no puede decirlo. Dada la temática del delirio y su desesperación, insisto para que pueda hacerlo, invocando sus propias palabras: que me tenía confianza, que había cosas que sólo hablaba conmigo. Finalmente dice: "Para solucionar esto voy a irme a vivir a San Juan con mi abuela, no es que esté todo el día pensando en esto, que esté muy preocupado. Yo no me drogo más, no es que me pase esto por las drogas... No podrías entenderlo, vos no tenés problemas". Desmiento esto y dice: "Pero no de éstos problemas". Hablamos de la conveniencia de no salir el fin de semana pues podría encontrarlos, para evitar un mal momento. La vez si-guiente dice haber ido a un boliche donde sabía que no iban pero que al regresar y entrar a una estación de servicio con sus amigos a comer "estaba ahí y sabía que tenía que mirar para afuera, estaba seguro. Miré y pasaba un auto justo, me miraban, eran ellos, después otro auto y me miraban también. Si les cuento a mis amigos no me creen, me dicen maricón. No se qué voy a hacer, denunciarlos no puedo, no me creerían. Quisiera hablar con ellos pero no me dejarían" —¿Hablar con ellos, qué les dirías?— "Les diría que no soy de Temperley, que es una pava-da que se enojen por eso".
Durante el primer tiempo del tratamiento, cuando era imposible intervenir sin que se sintiera perseguido, la dirección del tratamiento apuntaba a que pudie-ra historizar algo de lo que le pasó, sin interrogarlo directamente sobre eso (de lo que no quiere, ¿no puede? hablar). Se agregaba a la dificultad de sus reiteradas ausencias y tardanzas, el abandono del tratamiento psicofarmacológico; en este sentido debí ser muy precavida, pues temía de los efectos de insistir en la conve-niencia de retomar ese tratamiento (mi impresión era que apenas si concurría a nuestras entrevistas e incluso no podía precisar por qué). Este primer modo de intervención que implicaba un silencio de abstención, supone al analista en el lugar de testigo, que, siguiendo a C. Soler, "es aquel al que se supone no saber, no gozar y presentar un vacío donde el sujeto podrá colocar su testimonio".
Sólo cuando pudiera comenzar a hablar sobre lo que le sucedía, momento a partir del cual empieza a desplegar su delirio en las entrevistas, y atendiendo al lugar otorgado al tratamiento ("acá puedo hablarlo, quizás puedas ayudarme, mis amigos me tomarían por loco") me autorizo a intervenir de otra manera, funda-mentalmente de forma más activa. En sus momentos de mayor desesperación en relación a sus perseguidores, por ejemplo, trataba de tranquilizarlo utilizando sus propios recursos: él sabía, gracias a su sexto sentido, cuándo aparecían, también podía circunscribir su presencia: había lugares donde podía encontrarlos y otros que no, aunque ésto no siempre resultaba (San Juan aparecía así como un lugar imposible de que estén).
Este esbozo de construcción delirante tiene como efecto la estabilización. La salida de esa persecución mortífera no fue sin la significación de que sólo querían asustarlo, no hacerle algo, matarlo, porque "no es más que una pavada lo de los equipos". Más aun, vuelve a encontrarlos y lo miran, pero no se preo-cupa más por ésto. En el trabajo del delirio es el propio sujeto que toma a su car-go los retornos de lo real que lo abruman. Podría pensarse que el tratamiento pudo favorecer esta construcción delirante pero no puede descuidarse que Fabio ha podido oponerse a eso que le viene del Otro en otros momentos de su vida y aparentemente sin tratamiento.
Vaisserman afirma que hay sujeto en la psicosis. En la secuencia automá-tica de la alucinación no hay lugar para el sujeto, éste va a tener parte activa in-tentando dar una significación a eso que le llega. Fabio dice: "Una vez escuché que hablaban y me asusté, después me di cuenta que era mi sexto sentido". "Sexto sentido" que da cuenta también de "sus visiones" y de "su intuición" (cuan- do ciertas ideas se le imponen). Más aun, puede servirse de su sexto sentido pa-ra defenderse de sus perseguidores.
Mis intervenciones apuntaban a posibilitar la construcción de un delirio, fundamentalmente en relación a poder defenderse de sus perseguidores. La ca-racterística de éstos, que sean de Los Andes, aparece posteriormente a que sean persecutorios. El problema es que él no es de ningún cuadro, no tiene ninguna identidad. El retorno en lo real "sos de Temperley" lo deja perplejo. El inventa una respuesta insuficiente: quisiera decirles que él no es de Temperley, pero no lo de-jarían. Más tarde será: sólo querían asustarlo. Fabio dice: "por una pavada no se van a meter en problemas. Antes salía a la calle y creía que me miraban. Ahora no me pasa, será que lo hablé acá. Ahora estoy muy bien, me puedo concentrar para estudiar, antes no podía. También conseguí una changa para pintar una casa " (es el oficio del padre). Es en este momento de evidente estabilización, momento en el cual también Fabio concurre a sus entrevistas más regularmente y a horario, cuando se produce la interrupción del tratamiento motivado por mi rotación en el exterior.

del retorno al momento actual
A mi regreso Fabio retoma el tratamiento, esta vez sostenido por él con la regula-ridad acordada. Demanda "recomenzar a full, por favor" pues necesita contarme lo que le sucedió, a nadie pudo contárselo pues lo tomarían por loco. Refiere ha-ber sufrido una "recaída" un mes atrás: "escuchaba todos los ruidos, parecían voces, estaba despabilado, la doctora me dio pastillas para dormir". Sobre la re-caída dice "no fue por lo de la chica (con la cual había iniciado una relación amorosa) no sé por qué, me sentía mal. La mala onda de la gente la siento en el cuerpo, en la garganta, como que me ahorcan". Refiere "sensaciones en el cuer-po" que dependen de la buena o mala onda de la gente: "la mala onda siento con papá, con el abuelo que está enfermo, está siempre mal. La buena onda, con mamá, es una sensación no desagradable; con los niños siento sensaciones agradables en el cuerpo como cuando estoy enamorado, con vos tengo rebuena onda, me siento como cuando estoy de novio. ¿No te pasa eso? Pero con esta chica que salía me pasó diferente. Al principio bárbaro, después un bajón. No sentía nada porque yo estaba mal. Con ella buena onda pero me sentía perse-guido por los demás, me miraban cuando estaba con ella.... me separé la sema-na pasada". —¿Por qué decidíste separarte?— "Un hombre cuando está con una mujer la tiene que proteger. Yo estaba hecho un idiota. Si nos pasaba algo (que nos pegaran o golpearan) yo no reaccionaba. Salimos una semana, no pude saber que me pasó".
Fabio diferencia un antes y un después de "lo de la costa", algunas de las cosas que le suceden en la actualidad se asemejan en parte en lo que le acon-teció en esa oportunidad y eso le preocupa, y es como consecuencia de ese epi-sodio que hoy es lo que es. "Antes era feliz siempre, me quería, me miraba en el espejo todo el día, me sentía enamorado de todo: de los pajaritos, de los niños, de la gente. Quiero sentirme como antes, ser el que era. Me relacionaba mucho con la gente, eso me hacía bien. Ahora me falta la parte espiritual, la perdí. Me siento mal espiritualmente, estoy bajoneado, estoy enfermo, si estás enfermo tu espíritu está mal. Sentirme bien espiritualmente es la alegría... no tengo pensa-mientos, no puedo concentrarme en mí". —¿Qué quiere decir que no podés con-centrarte en vos?— "Escucho de lejos todo el tiempo y a distancia, a la gente que habla de sus cosas, primero pensé que hablaban de mí, pero no". —¿Podés decir de qué hablaban?— "Hablaban pavadas".
El estar mal espiritualmente así como la mala onda de la gente conllevan para Fabio "sensaciones en el cuerpo": "algo que se me nota, se me hinchan las venas. La mala onda me entra y se va, siento un vacío después. En la costa se me metió, no sabía quién era, estaba ido. Ahora es diferente, me limito, si quiero se me mete, si no, no".
Comienza con temores de salir a la calle, miedos a que alguien le haga al-go. Le pido que describa estos miedos y dice: "Son pensamientos que no son míos, los invento, no tengo motivos reales". Sitúa el inicio de sus miedos en un momento en que se encontraba trabajando con su padre: "no sé por qué me aga-rró miedo, no sé a qué, a papá no, sentí cosas en el cuerpo, una presión". El mie-do se localiza luego en la persona de su abuelo "porque se me pega la mala onda de él". Intenta defenderse de ésto evitando el contacto de su abuelo, así como del "escuchar de lejos" leyendo, durmiendo, rezando; pero estos recursos son in-suficientes. "Escuchar de lejos me deja sin fuerzas, me repercute así". Concurrir a sus entrevistas conmigo lo tranquiliza, pero esto sólo se limita a mi presencia: "acá me siento bien, salgo bien, primero porque siento que soy escuchado, se-gundo por las cosas que salen afuera que me gusta hablar, puedo hablar con vos lo más personal, lo más íntimo. Hasta recién escuchaba de lejos, cuando hablo con vos no, porque me concentro en nuestra conversación".
Intervenciones como las mencionadas al principio no parecen ser efecti-vas; actualmente persisten todos los fenómenos en el cuerpo antes mencionados y es ésto junto con el "escuchar de lejos" y sus miedos a salir a la calle la temá-tica que se repite en las entrevistas. Siendo mi egreso del hospital inminente pero fundamentalmente teniendo en cuenta lo que se desprende del discurso de Fabio en relación a la cuestión transferencial, se plantea como posibilidad la derivación a un Hospital de Día. El hablar con una sola persona parece remitirlo inevita-blemente a su madre. Fabio parece no poder tener pensamientos propios, todo lo avasalla. Toma cada una de mis palabras en forma asertiva haciéndolas propias. Esta derivación posibilitaría abrir la transferencia: "hablar con más gente, rela-cionarme, hacer cosas". Asimismo podría ser una maniobra tendiente a evitar la siempre presente posibilidad de internación, esto teniendo en cuenta la impor-tancia de la función de la presencia del analista ya mencionada (cabe mencionar que Fabio nunca fue internado aunque en algunas oportunidades probablemente hubiera sido lo indicado, pues esto hubiera repercutido negativamente en el trata-miento tan difícil de instaurar).



Bueno, a pesar de todo, nos quedan unos minutos para que podamos hablar entre todos...
En fin, siempre pasa así la primera vez [risas]. Me gustaría romper con esta timidez, este envaramiento que suele producirse en estas ocasiones, para que finalmente podamos dialogar. Por hoy, voy a decir algunas cositas, tanto como para romper el hielo y para que la espontaneidad llegue a equivaler a vuestro número. Este caso es muy interesante para ir extrayendo algunos datos, algunas líneas, algunos rasgos de estructura. Por ejemplo, es interesante el hecho de lo que no es forzado denominar aquí como la iniciativa del Otro. En el momento del aparente desencadenamiento él se ve intimado por una iniciativa que le viene de afuera. Un segundo dato que me parece interesante para destacar es que él teme que lo tomen por loco, lo cual quiere decir que no se considera a sí mismo loco... lo cual quiere decir que no hay manera de dialogar con él si uno lo trata de loco, porque el diálogo se transformaría en una prueba de fuerza para ver quién tiene razón respecto de su locura. ¿Se entiende? Un tercer rasgo interesante es la pregunta por la filiación: "¿de quién soy hijo?", a partir de la duda del padre, que podría tener un desarrollo bajo la forma de "¿a qué equipo pertenezco?". Hay una relación, lo habíamos charlado previamente con Patricia, entre Los Andes y San Juan, donde vive la abuela paterna. ¿Y qué más?

RICARDO AUGMAN: Hay toda una cuestión, ahí, geográfica... Todo ese manejo de los espacios, Los Andes, Temperley.

También podríamos establecer que hay en el suyo un reconocimiento respecto de lo que es el discurso común: "Usted se reirá", le dice a la analista, "Si digo esto, mis amigos pensarán que soy maricón". Y luego encontramos una cosa interesante, que me hizo acordar de Schreber, me refiero a esto de que tiene que ponerse a estudiar o a rezar para poner una especie de barrera a esto que le viene de afuera. Ustedes recordarán que Schreber se veía obligado a gritar, a contar, a aullar, a tocar el piano, como distintas maneras de poner un corte a eso invasor.

PATRICIA PAOLI: Sobre todo insiste mucho con pedir una ayuda espiritual, cuando él dice que está mal espiritualmente, y con el tema de ir a la iglesia y de rezar, sobre todo cuando dice que escucha eso que lo deja sin fuerzas.

Yo, tanto como para ir adelantando algunas cosas que pienso introducir más adelante, haría una pequeña modificación a la cita que tomás de Colette Soler. Me parece que la posición del analista no es la de testigo, sino la de acoger el testimonio. El que está en posición de testigo es el psicótico, él testimonia de lo que ocurre en el Otro, de los efectos que en su cuerpo, en este caso, son el resultado de esta iniciativa que viene del Otro. En ese sentido, me parece que... Porque poner al analista en el lugar del testigo... El testigo, ¿de qué es testigo? — de un acontecimiento. Me parece que precisar que el testigo es el sujeto, el paciente, digamos, es subrayar más su condición de sujeto, sujeto de un testimonio, y que, en todo caso, sí, la posición del analista sería, en primer lugar, la de acoger el testimonio — para lo cual, obviamente, para acoger ese testimonio, debe derribar la barrera interpuesta, el muro de "la pequeña idea". Y primero que nada, lo que hemos llamado la roca de la alienación.
Vamos a ver que esta posición es freudiana... hasta por ahí nomás. Es una posición freudiana en el sentido de que, por ejemplo, Freud termina su texto sobre el Presidente Schreber, diciendo: "bueno, verdaderamente, esta teoría de la libido, les aseguro que ya la había formulado antes de leer el libro Schreber, ¡pero cómo se parece la teoría de los rayos a mi teoría de la libido! ¿habrá más verdad en la teoría de los rayos schreberiana? ¿o mucho delirio en mi teoría de la libido?".
Una posición exactamente inversa es la que Freud plantea en el historial del Caso Juanito. Ahí dice: "no soy yo quien inventó esto de la sexualidad infantil, yo la escuché en los chicos". ¿Se entiende, el quiasma que se abre? Ante el testimonio neurótico, Freud dice: "yo, ni me lo esperaba, esto de la sexualidad infantil me sorprendió", "¿la transferencia?, yo no tenía ni la menor idea, esto me vino en la experiencia, no hago más que relatar lo que encontré allí". Con Schreber, en cambio, es como si se viera obligado a aclarar: "esto, yo lo pensé en otro lugar", y entonces el loco aparece, para Freud, como una especie de garante de la verdad de la teoría psicoanalítica. Es muy interesante, porque esto nos muestra que Freud sitúa cierto sujeto supuesto saber del lado del psicótico, hay una transferencia al psicótico, en Freud. Y esto se va a volver a ver en las dos conferencias finales de Introducción al psicoanálisis, donde el argumento es que, como los psicóticos no son susceptibles de sugestión, al mostrarnos lo mismo que pasa en las neurosis, nos demuestran que esto que encontramos en los neuróticos no son inventos nuestros que metemos en los pacientes bajo sugestión. El loco es como nuestro garante, en ese sentido, garante de la verdad de la teoría, de que la clínica que se deduce de ella no resulta de una proyección de la perversión del analista.
Hay un problema con Freud, y dejo por hoy, que es éste: hay un punto en el que Freud no puede acoger plenamente el testimonio psicótico, y es el lugar donde el psicótico dice que lo que le pasa viene de una radical exterioridad. La noción de realidad psíquica, en Freud, en la medida que divide entre realidad psíquica y realidad material, no hace lugar a la radical exterioridad del Otro. Por eso una fórmula como la del "discurso del Otro" para el inconsciente es una fórmula que Lacan puede dar gracias a su ingreso al psicoanálisis de la mano de la paranoia, y no de la mano de la histeria. Les agradezco nuevamente, nos vemos en 15 días.
NOTAS

(1) Jacques LACAN, «Breve discurso a los psiquiatras, el 10 de Noviembre de 1967». Traducción —para circulación interna de la E.F.B.A.— de Ricardo E. Rodríguez Ponte.
(2) Escritos 1, p. 318.
(3) Jean ALLOUCH, «Perturbación en Pernepsi», artículo publicado en la revista Litoral, nº 15, «El saber de la locura», Córdoba, Octubre de 1993.
(4) Escritos 2, p. 556.
(5) Escritos 2, p. 665.
(6) Ricardo E. RODRIGUEZ PONTE, «La significación del falo», seis reuniones en el ciclo «Puntuación de Escritos», convocado por el Cartel de Enseñanza de la Escuela Freudiana de Buenos Aires, 1997. Se encontrará su texto en la Biblioteca de la E.F.B.A.
(7) Ricardo E. RODRIGUEZ PONTE, La Transferencia. Clínica y fundamentos. Red de Seminarios de la Escuela Freudiana de Buenos Aires, 1998. Publicado en fichas.
(8) Ricardo E. RODRIGUEZ PONTE, «El sínthoma: sobre una lectura "de hecho" y una "de derecho"», texto presentado en las Primeras Jornadas de Carteles de la Escuela Freudiana de Buenos Aires, los días 24-26 de Noviembre de 1988, finalmente publicado en Cuadernos Sigmund Freud, nº 15, E.F.B.A., octubre de 1992; «El Padre: la falta en Freud», trabajo presentado en las Jornadas de la Escuela Freudiana de Buenos Aires «El Padre en la Clínica Lacaniana», el 5 de Julio de 1991, publicado en el libro de AAVV, El Padre en la Clínica Lacaniana, Escuela Freudiana de Buenos Aires / Homo Sapiens Ediciones, Rosario, 1994; El Seminario «El sínthoma». Una introducción, Seminario-taller en la Red de Seminarios de la Escuela Freudiana de Buenos Aires, 1995, publicado en fichas; Estabilización y suplencia en la clínica de las neurosis y las psicosis. Hacia una clínica de la suplencia generalizada, intervenciones en el «Curso de Actualización Clínica psicoanalítica – Problemáticas», Curso Anual Año 1996 de la Escuela de Post-Grado de la Facultad de Psicología de la Universidad Nacional de Rosario, los días 17 y 18 de Mayo de 1996. Se encontrarán estos textos en la Biblioteca de la E.F.B.A.
(9) Jacques LACAN, Seminario 12, Problemas cruciales para el psicoanálisis, clase del 5 de Mayo de 1965. Inédito.
(10) "La ontología es lo que ha valorizado en el lenguaje el uso de la cópula, aislándola como significante. Detenerse en el verbo ser [...] producirlo como tal, ésa es una acentuación llena de riesgos", dice Lacan, no sin señalar la relación entre el discurso del amo [du maître] y el discurso ontologizante del ser [du m’être]. Cf. Jacques LACAN, Le Séminaire, livre XX, Encore, Seuil, p. 33.
(11) Ricardo E. RODRIGUEZ PONTE, «Transferencia y Clínica», intervención en el Panel sobre «Transferencia: motor y obstáculo», en las Cuartas Jornadas de Carteles «Encrucijadas de la Clínica», convocadas por la Escuela Freudiana de Buenos Aires, el 7 de Noviembre de 1997.
(12) Rolando H. KAROTHY, Ricardo E. RODRIGUEZ PONTE y David SUSEL, «De la suppositio al sujeto-supuesto-saber», trabajo presentado en las Jornadas sobre «La Transferencia» organizadas por la Escuela Freudiana de Buenos Aires, el 11 de Noviembre de 1982. Posteriormente publicado en Suplemento de las Notas, Nº 3, «La Transferencia», E.F.B.A., 1984.
(13) Ricardo E. RODRIGUEZ PONTE, «Clínica de la suplencia generalizada». Conferencia pronunciada en el Hospital Alejandro Korn de Melchor Romero, La Plata, el 5 de Noviembre de 1994. Se encontrará su texto en la Biblioteca de la E.F.B.A.
(14) cf. op. cit. en nota anterior.
(15) David KRESZES, «Algunas consideraciones sobre la "Verwerfung"», publicado en la revista Redes de la Letra, Nº 3, Junio de 1994.
(16) Escritos 2, pp. 669-670.
(17) Jacques LACAN, Seminario 9, La identificación. Clase 9, del 24 de Enero 1962: "¡Cuando se lee a Freud, se lo lee siempre de una cierta manera, que llamaré la manera sorda!". Traducción —para circulación interna de la E.F.B.A.— de Ricardo E. Rodríguez Ponte.
(18) Sigmund FREUD, «Puntualizaciones psicoanalíticas sobre un caso de paranoia (Dementia paranoides) descrito autobiográficamente» (1910), en Obras Completas, Volumen 12, Amorrortu editores, Buenos Aires, 1980. Cf. pp. 62-63.
(19) Jean HIPPOLITE, «Comentario hablado sobre la Verneinung de Freud», publicado como Apéndice en los Escritos 2.